Sintaxis

14. El artículo (I). Clases de artículos. Usos del artículo determinado

14.2 Formas del artículo determinado (I). Distribución de variantes

14.2a El paradigma flexivo del artículo determinado presenta seis formas simples en español, que corresponden a la variación de género y número:

Formas simples del artículo determinado

En singular:

Masculino: el (el libro).

Femenino: la (la mesa), el (el aula).

Neutro: lo (lo bueno).

En plural:

Masculino: los (los libros).

Femenino: las (las mesas).

A estas formas simples se añaden a veces las formas contractas o amalgamadas al y del, llamadas también conglomerados. Estas voces resultan de la combinación del artículo el con las preposiciones a y de respectivamente: al mercado, del jardín. No obstante, al y del no son propiamente artículos y tampoco preposiciones. Se volverá sobre esta cuestión en los § 14.3b, c y 29.1c. Sobre la inexistencia del neutro plural véase el § 3.1c.

14.2b Las formas el (masculino singular)/lo/los/las carecen de variantes alternantes o alomorfos1.6g), por lo que su distribución sintáctica solo está restringida por los morfemas de género y número que las distinguen y por su condición categorial de artículos, que las hace formar grupos nominales (véase, no obstante, el § 14.9d sobre el uso enfático del artículo neutro). En cambio, para el femenino singular coexisten dos variantes, como se ve en el esquema anterior: una de distribución muy reducida, que coincide fonológicamente con la del masculino singular (el) y que solo se usa ante sustantivos femeninos cuyo primer fonema es una /a/ tónica (§ 14.2g-v), y otra (la) que se emplea en los demás contextos, por lo que puede considerarse la realización no marcada de este valor del paradigma. Como ha sucedido con el resto de las unidades que proceden en español del demostrativo latino ille —concretamente, el pronombre personal de tercera persona él y el demostrativo aquel—, el artículo determinado ha desarrollado una forma neutra (lo), que se combina con elementos no nominales —adjetivos, grupos preposicionales y oraciones subordinadas relativas— para formar grupos nominales, como se estudiará en los § 14.9 y 14.10.

14.2c Como se adelantó en la sección precedente, una propiedad fonológica descollante del artículo determinado, que tiene consecuencias importantes en su funcionamiento gramatical, es su naturaleza átona. esta característica lo diferencia de los restantes derivados españoles de ille (el pronombre él y el demostrativo aquel), así como del artículo indeterminado, que son tónicos. Las formas del artículo determinado son proclíticas: en el grupo nominal al que pertenecen forman grupo acentual con la primera palabra tónica que los sigue. Tal elemento puede ser el propio sustantivo (el ͡ amigo de ͡ Luis), un elemento situado entre este y el artículo (el ͡ verdadero amigo de ͡ Luis) o un complemento especificativo del grupo nominal cuando el sustantivo queda tácito (el ͡ de ͡ Luis). El signo ͡ une los elementos que forman grupo acentual (sobre el carácter clítico de las preposiciones, véase el § 28.1u). Como se comprueba en el último ejemplo, el artículo puede ir seguido de otro elemento proclítico. También puede ser precedido por uno de ellos, como en admirador de ͡ la ͡ música clásica. En ambos casos, el conjunto formado por la combinación de elementos átonos debe cumplir el requisito de formar grupo acentual dentro del grupo nominal al que pertenece el artículo. Ello explica que, a diferencia de los determinantes tónicos, como los demostrativos, el artículo no pueda ser el único representante del grupo nominal. Se dice, pues, Estos son mejores y también Los de Marisa son mejores, pero no *Los son mejores (aun suponiendo un núcleo nominal nulo), puesto que el artículo es un elemento proclítico y no cumple aquí el requisito de formar grupo acentual dentro del grupo nominal. Los contrastes análogos con el artículo indeterminado, como en Vi {*un ~ uno} de ellos, se analizan en los § 15.2a y ss.

14.2d Aunque carece de acento léxico, el artículo determinado puede recibir acento contrastivo para enfatizar el rasgo de definitud de un grupo nominal, por oposición a otros valores de determinación o cuantificación que pudieran asignársele, como en El florecer de la agricultura no es ni siquiera un problema importante: es el problema (Gutiérrez/Miguel, Ambición). El artículo no es clítico del sustantivo en esta secuencia, ni forma con él una palabra fonológica. Posee, pues, su propio acento, que recibe una interpretación enfática. El valor semántico que se obtiene al asignar acento contrastivo al artículo determinado es el de unicidad, prototipicidad o antonomasia, nociones que están íntimamente relacionadas con la de definitud.

14.2e El artículo determinado con acento enfático posee un valor ponderativo en la lengua general. Este recurso es empleado con frecuencia creciente en el lenguaje publicitario, como en Raleigh es el cigarro (anuncio mexicano), es decir, ‘el cigarro por excelencia o por antonomasia’, o en La Paceña es la cerveza (anuncio boliviano). En el español conversacional de la Argentina, los artículos determinados con acento enfático denotan una cantidad elevada de algo. Contrastan así, Tiene guita o Tiene mosca (‘Tiene dinero’) con Tiene la guita o Tiene la mosca, con acento enfático (‘Tiene todo el dinero que quiere; Tiene muchísimo dinero’). Se dice asimismo Tiene la guita loca (‘Tiene gran cantidad de dinero’). También se usa en la Argentina el artículo determinado con acento contrastivo para destacar las virtudes o la excelencia profesional de una persona y, en ocasiones, la gran calidad de algunas cosas: Es la profesora (‘la mejor profesora, la profesora por excelencia’); Usted compró el auto (‘el mejor auto’); Conseguí el departamento (‘el departamento perfecto, el mejor departamento imaginable’). Este empleo se extiende en algunas variedades del español conversacional argentino al artículo neutro lo como en Esta mina es lo simpática (‘Esta muchacha es lo más simpático del mundo’) o La película me resultó lo aburrida. El artículo es tónico en todos estos casos.

14.2f Como se mencionó en el § 14.1g, los primeros documentos preliterarios muestran que el español antiguo contó con formas bisilábicas del artículo determinado: ela (femenino singular), elos (masculino plural) y elas (femenino plural) aparecen frecuentemente usados en los primeros textos, si bien en el Poema de Mio Cid ya solo se documentan las variantes monosilábicas que se han conservado hasta la actualidad. Es llamativa, en cambio, la presencia, mucho menor en la documentación conservada, de la forma elo, que correspondería al masculino singular. En los textos castellanos, tal valor es asumido desde el principio casi en exclusiva por la variante monosilábica el, a diferencia de lo que sucede en documentos aragoneses y leoneses, en los que esa forma está atestiguada como origen de un artículo masculino lo característico de los respectivos dialectos históricos. Pese a que se trata de un punto que ha suscitado polémica entre los gramáticos, parece estar bien encaminado el análisis según el cual la forma castellana de masculino singular procede del nominativo latino ille, a diferencia de las demás del paradigma, que heredan el acusativo. Las formas bisilábicas evolucionaron tempranamente a sus variantes monosilábicas actuales mediante un proceso de aféresis, favorecido sin duda por el carácter átono del artículo determinado y por la tendencia de este a amalgamarse con algunas preposiciones que lo preceden.

14.2g La evolución del artículo dio lugar al alomorfo el, que posee rasgos de femenino singular en el español actual. Esta forma nació como resultado de la fusión fonética de la vocal final de la forma bisilábica femenina ela con la primera de los sustantivos que comienzan por /a/ tónica (ela alma > el alma; ela hada > el hada). Se trata, por tanto, de un fenómeno que no afecta al género de los elementos implicados, como se pone de manifiesto en la concordancia de los adjetivos (el alma dormida, el agua encharcada): —¿Y en qué podría sorprenderte yo, si soy transparente como el agua? —Como el agua encharcada —gruñó la nodriza (Moix, Arpista). Algunas excepciones aparentes, como el arte pictórico (en lugar de el arte pictórica), se deben a las alternancias de género que se observan en el sustantivo arte, tal como se explica en los § 2.8h, i.

14.2h El artículo femenino el se elige, en consecuencia, por razones morfofonológicas, como revela la necesidad de que artículo y sustantivo estén en contacto. Se dice, en efecto, la atormentada alma o la misma hada, y se consideran incorrectas las variantes el atormentada alma o el mismo hada. Así pues, el artículo de género femenino el solo se usa si el elemento que lo sigue es un sustantivo. No se construyen, de hecho, expresiones como *el alta cima, *el alta sociedad ni *el agria respuesta, sino la alta cima, la alta sociedad, la agria respuesta, ya que, a pesar de que alta comienza por /a/ tónica, no es sustantivo, sino adjetivo. Se dice, en cambio, el alta médica, porque alta es sustantivo en este grupo nominal. Para alternancias del tipo un águila ~ una águila véanse los § 15.1c y ss.

14.2i El criterio que se explicó en el apartado anterior se aplica también a los casos de elipsis del núcleo nominal, que no dan lugar a la aparición de esta variante: El ansia de placeres está tan extendida como la de dinero, no … como el de dinero, variante incorrecta que se registra a veces en los textos. Los sustantivos femeninos que condicionan contextualmente el uso del artículo el femenino son aquellos que se escriben con a- o hainiciales, a condición de que su primera sílaba sea tónica y de que la letra h no represente sonido alguno. En consecuencia, los nombres femeninos precedidos de el pueden llevar tilde en la sílaba inicial (área, África) o carecer de ella (ala, agua, hada). En el español medieval y en el clásico se admitía el artículo la en los contextos descritos, en alternancia con las opciones actuales. En el español contemporáneo se rechaza el artículo femenino en estas construcciones. He aquí algunos usos antiguos de la agua:

Et quando esto dixiere, esparga la agua en quatro partes de la pila en manera de cruz (Alfonso X, Setenario); Mis camisas, cuellos y pañuelos eran un nuevo Aranjuez de flores, según olían, bañados en la agua de ángeles y de azahar que sobre ellos se derramaba (Cervantes, Casamiento); No deue beuer a penas entonce, porque le faze creçer la dolencia la agua por dentro (Díez Calatayud, Albeitería); Marino joven, las cerúleas sienes / del más tierno coral ciñe Palemo, / rico de cuantos la agua engendra bienes (Góngora, Polifemo).

El sustantivo ansia aparece construido con el artículo la en textos más recientes:

A los genios inmoderados, la ansia de lucir los hace arder (Feijoo, Teatro VIII); […] a los quales no veneraría seguramente si hubieran tenido la ansia de gloria que dice mi amigo (Forner, Gramáticos); Esta manera de hablar de Job, es una significación de lo mucho que duelen los trabajos duros y la ansia que crían en quien los padece (León, Job).

14.2j Existen algunas excepciones a la regla introducida en los apartados anteriores. No se ajustan a ella las palabras que sirven para nombrar las letras del abecedario latino, posiblemente porque en su designación se sobrentiende el sustantivo letra. Se dice, en consecuencia, la a, la hache en lugar de el a, el hache:

Una tarde llegó la G y el señorito Lucas les dijo, la G con la A hace GA, pero la G con I hace JI, como la risa (Delibes, Santos); Por la A de abreviatura, de abismal, de abismo, de abigarramiento […] (Millás, Orden); Andaba por la hache y me parecía imposible arribar a la zeta, sin dejar salud y cordura por el camino (Kociancich, Maravilla).

Si se sobrentiende, por ejemplo, el sustantivo apartado o epígrafe, se dice, sin embargo, el a o el h —como el f, el c, etc.—. Por extensión, se aplica el mismo criterio a los correspondientes fonemas y a sus variantes fonéticas: la a, la h aspirada, la a velar.

14.2k No se ajustan del todo a la generalización que se acaba de exponer las denominaciones de letras correspondientes a otros alfabetos, de modo que con el sustantivo femenino alfa alternan los artículos la y el (la alfa y el alfa). La opción que predomina en los textos, y que se considera preferible, es la alfa. Se usa también la expresión alfa y omega en el sentido de ‘principio y fin’. La variante más frecuente es el alfa y el omega, pero se documenta también la variante el alfa y la omega:

Los Andes y Oriente son el alfa y el omega de la nacionalidad (Herrera Luque, Casa); El Ejército, el alfa y la omega de la nación argelina, eligió a un nuevo hombre-milagro (Leguineche, Camino).

El uso de el ante ambos nombres de letra está seguramente influido por el género masculino de los sustantivos mencionados principio y fin. Son menos frecuentes las construcciones en las que los sustantivos alfa y omega se utilizan sin formar parte de una locución nominal, como en No se trata de perfeccionar, de decantar, de rescatar, de escoger, de libre albedrizar, de ir del alfa hacia el omega (Cortázar, Rayuela).

14.2l Otro grupo de sustantivos que no se combinan con la variante femenina el está formado por diversas subclases de nombres propios. Los más característicos son los de persona en los contextos en que pueden ir precedidos de artículo (§ 12.7e y ss.), como en la Ángeles que conocimos en el viaje o en Era la Ana de los días gloriosos del placer amante y exaltado (Aguilera, N., Caricia). También los apellidos rechazan sistemáticamente la combinación con la forma femenina el: se diría la Álvarez que figuraba en el tercer lugar de la lista. En este caso, la elección de la forma femenina el daría lugar a confusión en la referencia de la persona designada, al coincidir con la correspondiente al masculino.

14.2m Imponen igualmente la forma femenina la los nombres propios de empresas y compañías comerciales: la Alfa Romeo (el Alfa Romeo sería un vehículo). Dado que funcionan como nombres propios, las siglas y acrónimos que comienzan con /a/ tónica toman muy a menudo la forma la del artículo femenino, porque marca sin ambigüedad el género del sustantivo que constituye el núcleo del grupo nominal:

la AFI (Agencia Federal de Investigación, México); la ANCI (Asociación Nacional del Ciego, Cuba); la AUF (Asociación Uruguaya de Fútbol); la ANDE (Asociación Nacional de Educadores, Costa Rica); la ANDI (Asociación Nacional de Industriales, Colombia); la AMA (Asociación Metropolitana de Autobuses, Puerto Rico); la AUD (Acción Universitaria Democrática, Paraguay).

14.2n Puede existir vacilación en los casos en que el hablante no identifica el género del componente principal de la sigla o acrónimo: la alternancia que se detecta entre la ADSL (Asymmetric Digital Subscriber Line ‘línea de abonado asimétrica digital’) y el ADSL se debe probablemente a la dificultad de establecer el género gramatical de esta sigla. Constituye asimismo excepción el APRA (Alianza Popular Revolucionaria Americana, Perú), probablemente porque pesa más la asociación con el sustantivo partido: Viajó un día antes de llegar el APRA al gobierno (García, A., Mundo). En los casos mencionados, el artículo el no parece ser el alomorfo del artículo femenino ante /a/ tónica, sino el artículo masculino. De forma análoga, a pesar de que el sustantivo velocidad es femenino, se dice el AVE (Alta Velocidad Española), ya que el género de esta sigla viene impuesto por el del sustantivo tren, con el que se asocia. Por otra parte, las siglas que designan seres humanos se comportan como los nombres de persona, al depender su género del sexo del referente: el ~ la ATS (asistente técnico sanitario), el ~ la PNN (profesor no numerario ~ profesora no numeraria).

14.2ñ Entre los nombres propios, son los topónimos que comienzan por /a/ tónica los que presentan mayor vacilación en la elección de artículo. Los que designan continentes se ajustan a la regla que prescribe el uso del artículo el femenino: el África negra, el Asia islámica. La designación con la fue muy frecuente en el siglo xviii. Con los nombres de países, de regiones y de ciudades, en cambio, se produce oscilación, aunque el uso mayoritario se inclina por la concurrencia de la variante la, como en La Haya. Esta última opción es la que muestran los siguientes ejemplos::

Este maligno personaje difundió la idea de una liga “heroicamente aria” desde su castillo de Werfenstein, en la Austria meridional (Gamboa, Páginas); Esa circunstancia […] habría de costarle el encierro en el campo de concentración de Munguía, cerca de Bilbao, y la erradicación definitiva de la Ávila natal (Figuero, UCD); Suavizó el carácter feroz de los habitantes de la Ática, y los reunió con vínculos sociales (Collado, Traducción).

En los textos literarios se registran también ejemplos que representan la opción contraria, si bien raramente en los más actuales:

El Austria, esa nación de donde son los austriacos, quiere que sea D. Carlos Luis el agraciado (Galdós, Episodios); Alfonso VIII, el de las Navas, hizo de Ávila el Ávila de los Leales (Cela, Judíos); El demagogo Cleón […] mantuvo que no eras de Atenas, que eres un meteco, un extranjero afincado en el Ática (Mujica Lainez, Escarabajo).

Aun así, debe tenerse en cuenta que estos grupos nominales no contienen adjetivos en femenino que garanticen este género en el topónimo. Se mantiene también el masculino si se hace referencia a equipos deportivos, como se explica en el § 2.10i.

14.2o Los sustantivos comunes en cuanto al género (§ 2.4a) que empiezan por /a/ tónica, como árabe, ácrata, etc., suelen ir acompañados del artículo el para marcar el sexo masculino (el árabe, el ácrata) y de la para el femenino (la árabe, la ácrata). Siguiendo la regla general enunciada en el § 14.2h, el término ama ha de ir precedido por la variante el (el ama, el ama de llaves, el ama de cría). Con proporción mucho menor se registra también la variante la ama, que no se recomienda:

Tú, que eres la dueña de la casa, el ama, puedes quedarte sola (Peri Rossi, Solitario); El ama de casa tenía que supervisar el trabajo de las criadas (Leyva, Piñata); Ya vienen hacia ustedes el ama de llaves y dos mozos (Montaño, Andanzas); Vino una criada con una gran sopera de sopa y alcuzcuz, y la ama fue distribuyendo a cada uno un plato (Ortiz-Armengol, Aviraneta); Después de esta cenita vino la ama de llaves (Draghi, Noches).

14.2p Como se indica en el § 2.6a, en la actualidad se acepta la flexión de género en algunos sustantivos designadores de profesiones o cargos que tradicionalmente se habían considerado comunes en cuanto al género. Entre ellos se encuentra árbitro. Se decía, por tanto, la árbitro cuando se designaba a una mujer que desempeñaba tal función. En el DRAE de 1984 aparece la forma árbitra como sustantivo. Aunque —de acuerdo con esta nueva adaptación— se esperaría la forma el árbitra (como el ama de llaves o el aya), muchos hablantes han optado por conservar la otra variante (la árbitra), que se considera correcta. Esta extensión se produce por analogía con el uso anterior, o bien porque la variante la árbitra se asimila a los sustantivos que expresan profesiones y cargos que no aceptan la concurrencia con el alomorfo femenino el: La árbitra pitó un penalti contra el Laguna (País [Esp.] 4/2/1999).

14.2q Las posibilidades de aparición del artículo femenino el fueron más amplias en la lengua antigua, en alternancia con la variante la. Los textos muestran a menudo la concurrencia de esta forma con sustantivos de vocal inicial —sobre todo /a/ y /e/ —, independientemente de la naturaleza tónica o átona de la primera sílaba:

Ca se echaua el mjsmo en el arena pura (Alfonso X, General Estoria V); Vio David el angel percucient que tenie el espada sacada en su mano (Almerich, Fazienda); Si el oreja es enpuxada temer se deue omne que non venga al çeruigal (Tratado de cirugía); Si por auentura el esposo muriere, tome el esposa todas sus alfaias (Fuero Zorita); Alli fue el alegria / tan esquiua e tan fiera / que por pocas aquel dia / Diomedes y muriera (Historia troyana); La templança d’esta tierra dize que es muy grande, y muéstralo, según él, la color de la gente y los cabellos que son todos correntíos, y el arboleda muy espessa (Diario Colón).

14.2r Se detecta en el español clásico la progresiva disminución de los contextos en los que aparece la variante el con sustantivos o adjetivos femeninos que no comienzan por /a/ tónica:

Cada cuerdo en su casa sabe más que el loco en el ajena (Alemán, Guzmán II); Ahora en este tiempo, cuando tienen falta y el acequia grande está deshecha, por el mismo río hacen grandes pozas a trechos, y el agua queda en ellas (Cieza, Crónica); Mas si ve el arte que da / a la materia hermosura, / sobre el cielo la pondrá / y como no hay viento allá, / el arena está segura (Villaviciosa, Mosquea).

El artículo femenino el pasó a combinarse solo con sustantivos que comienzan por /a/ tónica a partir del siglo xviii. El uso ante adjetivos también descendió rápidamente desde comienzos de ese siglo, si bien se documentan ejemplos esporádicos de él hasta finales del xix:

Su decisión y, sobre todo, el alta fama de sus formidables tajos y descomunales proezas […] justificaban aquel efecto súbito de su presencia (Navarro Villoslada, Blanca); Vuele yo en alas de feliz querube; / traspase el alta cima, el alta nube (Baralt, Poesías); Desplegaba el ancha vela con el semblante alegre y los ojos fijos en el firmamento (Flores, A., Historia); Reapareció Sabel armada de un velón de aceite, de tres mecheros, con el cual fue alumbrando por el ancha escalera de piedra que conducía al piso alto (Pardo Bazán, Pazos).

14.2s Los textos muestran que vacilan al elegir el artículo determinado algunos sustantivos derivados de nombres comunes que comienzan por /a/ tónica si el proceso morfológico que los origina implica el traslado del acento. Si bien se dice la hambruna o la habladuría, se documentan a veces el alita y el agüita, junto a las formas la agüita, la alita, que se consideran preferibles en la norma culta actual:

Con la agüita llegan las aguas a Los Cascajos, mijito esto es el fin del mundo (Morón, Gallo); Llenó la botella vacía […] con el agüita que tiene la virtud, por bendición especial, de alejarnos definitivamente a nuestros enemistados (Hayen, Calle); Era una pieza de oro con forma de grano de maíz y tamaño casi natural, sostenido por un mecanismo de cierre delicadísimo, que atravesaba sin pudor y enteramente la alita izquierda de su bella nariz (Fogwill, Cantos); Tezcoco queda en el alita derecha y el reino de los mexicas en el alita izquierda (López-Hernández, Encuentros).

No se percibe vacilación en la aleta, a pesar de su relación morfológica con ala.

14.2t El artículo el que aparece con el sustantivo altavoz no es el alomorfo femenino sino el artículo masculino. En el género masculino de este sustantivo, formado por dos componentes femeninos, puede haber influido la naturaleza semántica del elemento designado, que lleva a asociarlo con aparato o instrumento. También es masculino avestruz —compuesto histórico que hoy no se siente ya como tal—, mientras que aguafuerte es masculino cuando significa ‘disolución de ácido nítrico’ y ‘técnica de grabado’, y ambiguo con los significados de ‘lámina obtenida por el grabado al aguafuerte’ o ‘estampa hecha con esta lámina’, tal como se explica en el § 2.8o. Aun así, tiende a usarse más como masculino.

14.2u Con otros compuestos de agua que no comienzan por /a/ tónica, pero son nombres femeninos, como aguachirle2.8l), aguadulce, aguadura, aguagoma, aguamarina, aguamiel, aguanieve, aguasal, sería de esperar el artículo la. Esta es, en efecto, la variante que se recomienda. No obstante, se emplean frecuentemente con el artículo femenino el por influjo de la base léxica agua, que se usa con el artículo el por comenzar por dicha vocal tónica. Son, en cambio, masculinos, algunos compuestos de agua (aguamanos, aguardiente, etc.); en otros predomina este mismo género (aguacal). En tal caso, el artículo el no es el alomorfo femenino de la, sino propiamente un artículo masculino antepuesto a sustantivos con este género. Se ejemplifican a continuación algunos de los sustantivos mencionados en este apartado:

Cuando regresaban en el taxi a un sitio concreto de la ciudad, pues aquel día ninguno de los dos disponía de auto, él no le hizo entrega de la aguamarina de rigor (García Sánchez, Historia); Más cerca ya de nuestra época, el aguamarina conoció su período quizás de mayor auge en la corte de los Borgia (Crea, Curación); Para curar una enfermedad tenía dos opciones: contrarrestarla con fármacos alopáticos o expulsarla con purgantes, como la aguamiel (Esteva, Farmacia); Borracho comenzó a bailar delante de mí, así, diciendo: “Aunque bebas toda el aguamiel de la luna, todavía habrá luz en la noche” (Aridjis, Moctezuma); A través de un laberinto de estrechas callejuelas, chapoteando con cuidado sobre la aguanieve, lo llevó hasta el otro lado del pueblo (Wilches-Chaux, Universo); Entonces fue cuando reparó en el forro de la cortina, de raso color limón que hacía pensar en el aguanieve, en la niebla (Pombo, Héroe).

Se usa como ambiguo aguatinta:

El de Dora Maar es el más complejo y esquemático de los aguatintas picassianos (ABC 25/7/1997); Su actual exposición en Helga de Alvear […] nos pone en contacto con aspectos más intimistas y privados de su producción: una decena de estampas, a la aguatinta y monotipos (ABC Cultural 8/11/1996).

14.2v El sustantivo avemaría es femenino:

Le rezaba unos padrenuestros y alguna que otra avemaría suelta, y entonces emprendía la tarea de pedir con más arrestos que nunca (Palou, Carne); Mamerto Bustinzapedorras hinca las rodillas en el atrio murmurando la primera avemaría del primer misterio doloroso (Longares, Romanticismo).

Aunque comienza por /a/ átona, era antaño frecuente la grafía ave maría, que exigía el empleo de el por ser ave una palabra con /a/ tónica inicial. Este factor gráfico influyó en la extensión del artículo el (también un: § 15.1h), aun cuando avemaría se escribe hoy como una sola palabra. El uso de este sustantivo con el artículo el y la confusión del alomorfo femenino con el artículo masculino extendieron el género masculino a los adjetivos:

Una mentira de tomo y lomo… Que absolvió sin pena su director espiritual; mejor dicho, con un simbólico avemaría (Arrabal, Torre); Memorable el avemaría escatológico que entona la protagonista a dos pasos de madame La Guillotine (Vanguardia [Esp.] 21/4/1994).

Aunque no se considera incorrecto este uso (el avemaría, un avemaría), se recomienda la variante con los artículos la y una (la avemaría, una avemaría), así como el femenino plural las avemarías, ya que estas son las opciones que se ajustan más claramente a las reglas generales sobre la distribución de el y la analizadas en los apartados precedentes.

Información adicional

En relación con este capítulo, las siguientes entradas del Glosario de términos gramaticales podrían ser de su interés:
clítico, determinante definido, sigla

 

Nueva gramática de la lengua española
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