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Las crisis de las negociaciones con el ELN y las disidencias de las FARC ponen en jaque a Petro

El secuestro del padre de Luis Díaz y la decisión del EMC de suspender su diálogo amenazan seriamente el proyecto de paz total del presidente

Juan Diego Quesada
Gustavo Petro habla durante un evento de paz con los negociadores del ELN, en Bogotá, el 3 de agosto de 2023.
Gustavo Petro habla durante un evento de paz con los negociadores del ELN, en Bogotá, el 3 de agosto de 2023.VANNESSA JIMENEZ (REUTERS)

Gustavo Petro tiene en la cabeza una paz total, absoluta, sin homicidios ni secuestros, desde que siendo un guerrillero optó por dejar las armas y buscar por la vía de la democracia los cambios que han de transformar el país. Eso significa erradicar los grupos armados ilegales y remediar las causas de la violencia. Llevar allá, donde todavía se libra una guerra de baja intensidad, carreteras, universidades, el fin de las fumigaciones a los cultivos de coca; eso también es la paz total. Desde que fue nombrado presidente la puso encima de la mesa como una de las máximas prioridades de su Gobierno, por no decir la que más. “Vengo de un país de belleza ensangrentada”, dijo en la ONU, donde pronunció el mejor discurso que ha dado hasta la fecha. En boca de Petro, al que le gusta provocar emociones con su retórica ―a veces excesiva―, hay que convertir a Colombia en “una potencia mundial de la vida”. Lo convertiría en un líder mundial, acabar con la tradición de la muerte en una nación que lleva 60 años envuelta en conflictos, superpuestos unos a otros.

Sin embargo, los deseos del presidente colisionan ahora mismo con la realidad. Las negociaciones abiertas de manera simultánea con dos grupos no terminan de cuajar, lo que le está provocando verdaderos dolores de cabeza. El ELN, guerrilla con la que lleva 11 meses en conversaciones, mantiene secuestrado desde hace una semana al padre de Luis Díaz, la estrella de la selección colombiana de fútbol y uno de los personajes públicos más queridos del país. El repudio ha sido inmediato y ha llevado a mucha gente a preguntarse si el grupo armado tiene verdaderas intenciones de lograr un acuerdo de paz. Ya han dicho que han iniciado el proceso para liberarlo, pero pasan los días y no se concreta, pese a que el Gobierno exigió que fuese “inmediato”. Con esa parsimonia que ha sido una constante durante todo el diálogo, la guerrilla le echa un pulso a Petro, que ha verbalizado en más de una ocasión que le desespera la lentitud con la que obra el ELN.

Esta ha sido hasta la fecha la mayor crisis que ha enfrentado esta mesa de negociación, la más avanzada y con el grupo más grande y más antiguo, que no se reanudará hasta que entreguen al secuestrado sano y salvo. El Gobierno y el ELN, por si fuera poco, se encuentran en medio de un alto el fuego que comenzó en agosto. Aunque la guerrilla acude a una serie de eufemismos para aminorar su responsabilidad, la verdad es que se trata de una clara violación del armisticio. Que nos encontramos en un momento crítico lo certifica la entrevista que ha dado el senador Iván Cepeda a El Espectador, donde asegura que esto ha sido “un golpe al proceso”. “Sin resolver este tema no se puede avanzar”, añade Cepeda, uno de los actores claves de esa negociación y quien no suele utilizar términos tan contundentes cuando habla de ella.

A la tormenta que ha desatado el ELN se ha sumado este domingo la decisión del Estado Mayor Central (EMC), una de las dos grandes sombrillas de grupos disidentes de las extintas FARC, de suspender su participación en la mesa y amenazar con romper las negociaciones “de manera definitiva”. El EMC, que tiene un alto el fuego con el Gobierno desde octubre, acusa a su contraparte, en un comunicado de dos páginas que ha hecho público, de incumplir los protocolos y los acuerdos establecidos. Los militares, asegura la guerrilla, deberían salir de algunas zonas, pero según su versión se ha incrementado su número en aquellos lugares que se habían comprometido a desocupar.

Las tensiones entre las fuerzas militares y esta guerrilla se han concentrado en El Plateado, un corregimiento de unos 7.000 habitantes situado en una zona montañosa, donde se concentra el 50% de las hectáreas de coca cultivadas en todo el departamento del Cauca. Ese territorio se lo disputa el EMC con el propio ELN y el grupo paramilitar Cartel del Golfo. El domingo pasado existió la posibilidad de que no pudieran celebrarse las elecciones regionales y se llegó a dudar de quién se encargaría de la seguridad, si la guerrilla o los militares. Al final, los uniformados lograr entrar en la cabecera municipal, aunque solo por un tiempo determinado. Días después, se hizo viral un vídeo en el que se aprecia una multitud de personas detrás de una fila de soldados en las calles. Se interpretó como que la población, a petición del grupo armado, había expulsado al ejército.

Los desencuentros no han hecho más que incrementarse. Este domingo un comandante de una unidad militar ha asegurado que, mientras hacían labores de desminado, sus hombres y él fueron secuestrados por el EMC y conducidos por un cañón. Una misión humanitaria, entre la que estaban la Defensoría del Pueblo, la OEA y la misión de verificación de la ONU, permitió que los 200 integrantes fueran liberados, pero en su caso no lo considera un secuestro, sino una retención, y asegura que quienes los retuvieron fueron unos campesinos. Aunque no es este el caso, los diferentes grupos armados y los militares mantienen viva una guerra de propaganda. A veces es difícil determinar quién dice la verdad o en qué grado. Una parte del Ejército no comulga con la paz total de Petro y no duda en crear tensiones para tratar de hacerla descarrilar.

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Como bien saben los que han participado en procesos de paz como estos, el camino está lleno de dificultades. En muchas ocasiones penden de un hilo por los enfrentamientos que se dan en el terreno. Petro esperaba una mayor colaboración, especialmente del ELN, al tratarse él del primer presidente de izquierdas de Colombia en la era moderna. Pero hasta ahora ha encontrado muchos obstáculos y no es que las conversaciones avancen al ritmo que le gustaría. Le quedan tres años por delante para concretar ―o al menos poner en el camino― esta idea ambiciosa de la paz total que se resiste a arrancar.

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Sobre la firma

Juan Diego Quesada
Es el corresponsal de Colombia, Venezuela y la región andina. Fue miembro fundador de EL PAÍS América en 2013, en la sede de México. Después pasó por la sección de Internacional, donde fue enviado especial a Irak, Filipinas y los Balcanes. Más tarde escribió reportajes en Madrid, ciudad desde la que cubrió la pandemia de covid-19.
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