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La ultraderecha alemana se dispara en las encuestas al calor del descontento con el tripartito de Scholz

AfD escala al segundo puesto en los sondeos empatado con los socialdemócratas. El líder de la oposición, el democristiano Merz, descarta cualquier colaboración: “Ese partido es xenófobo y antisemita”

Elena G. Sevillano
Tino Chrupalla and Alice Weidel
Tino Chrupalla y Alice Weidel, líderes de AfD, tras ser elegidos en el último congreso de la formación en junio de 2022.MATTHIAS RIETSCHEL (REUTERS)

La ultraderecha está más fuerte que nunca en Alemania. Y al mismo tiempo —y no es casualidad— el actual Gobierno de coalición registra sus peores datos de valoración desde que echó a andar, ahora hace año y medio. Los votantes alemanes nunca habían estado tan descontentos con el tripartito de socialdemócratas, verdes y liberales, hasta el punto de que solo uno de cada cinco encuestados afirma que está haciendo un buen trabajo.

El principal beneficiario de este estado de opinión no es la oposición democristiana de la CDU, que también, sino especialmente Alternativa para Alemania (AfD), el partido de extrema derecha que entró en tromba en el Bundestag en 2017 al calor de la crisis de los refugiados de 2015. Si las elecciones federales se celebraran ahora, AfD obtendría un 18% o un 19%, según el sondeo que se consulte. Es exactamente el mismo porcentaje que las encuestas atribuyen al Partido Socialdemócrata (SPD) del canciller Olaf Scholz.

Las recientes encuestas que confirman la tendencia creciente de AfD de los últimos meses—una de la televisión pública ARD y otra para el diario Bild— han provocado un terremoto en Berlín. Se suceden los intentos de buscar razones a este apoyo popular a la ultraderecha en un país que mantiene un estricto cordón sanitario en torno a las fuerzas a la derecha de la CDU y sus hermanos socialcristianos bávaros de la CSU. A nadie se le ocurre no ya incluirlos en un Gobierno regional de coalición, sino ni siquiera apoyarse en sus votos para sacar adelante propuestas legislativas. Para el resto de partidos es como si la AfD no existiera, aunque estos días no hablen de otra cosa.

Alemania no es ajena a la ola reaccionaria que recorre Europa, con la ultraderecha en el Gobierno (en Italia, Hungría y Polonia) o escalando posiciones, como en España, donde ya es la tercera fuerza política, o en Francia y el Reino Unido, que ven cómo los partidos de derecha tradicionales derivan hacia postulados de la extrema derecha más nacionalista y populista.

AfD ha subido otros dos puntos porcentuales desde mayo en la detallada y muy respetada encuesta Deutschlandtrend, realizada por Infratest Dimap, que hace pública ARD todos los meses, lo que dibuja un paisaje político completamente nuevo. La ultraderecha ahora pugna por ser la segunda fuerza por detrás de los democristianos, mientras los partidos de la coalición de Gobierno se desangran. En varios Estados federados del este del país, AfD es desde hace tiempo el partido más fuerte.

“En el este existe un enorme descontento con el Gobierno”, constata Peter Matuschek, investigador del instituto demoscópico Forsa. Algunas decisiones del tripartito espantan cada vez a más votantes, que no están de acuerdo con políticas energéticas como la reciente ley de las calefacciones, que obligará a partir del año que viene a instalar calderas que funcionan con energías renovables en lugar de las tradicionales de gas o gasoil. Las decisiones sobre la guerra de Ucrania, o los titubeos del equipo de gobierno en cuestiones clave como el envío de armas, el cierre de las nucleares o los próximos Presupuestos también provocan desencanto. “Se aprecia una decepción generalizada con el Gobierno federal y, sobre todo en el este, un rechazo bastante agresivo a todo lo que venga de Berlín”, añade Matuschek.

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Medidas energéticas impopulares

El bloque de centroderecha que forman la CDU y la CSU lidera ahora las encuestas, con un 29% de intención de voto. Es una mejoría significativa tras el 24,1% que obtuvieron en las elecciones de septiembre de 2021. Entonces el SPD triunfó con el 25,7% y se alió con Los Verdes (14,8%) y con los liberales del FDP (11,5%). Los ecologistas llegaron a rozar el 23% unos meses después, el verano pasado, pero han vuelto a caer hasta el 15%, lastrados sobre todo por la valoración de Robert Habeck, vicecanciller y ministro de Economía y Clima, encargado de poner a los alemanes en la senda de la transición energética con medidas que, salvo para sus votantes tradicionales, han resultado tremendamente impopulares.

Los tres principales líderes de la coalición —Scholz, Habeck y el liberal Christian Lindner, ministro de Finanzas— se desploman en la valoración personal. En general todos los líderes caen, salvo Alice Weidel, copresidenta de AfD, y la cara más amable de una formación que en los últimos tiempos se ha radicalizado con la marcha de sus mandatarios más moderados.

Si se atiene al recorrido de AfD desde las elecciones de septiembre de 2021, el avance resulta más que llamativo. Entonces fueron la quinta fuerza más votada, con el 10,3% de los sufragios. Con la ultraderecha rozando ahora el 20%, políticos, expertos y medios se preguntan por qué gana terreno y encienden las alarmas. El propio informe de la televisión pública dedica varias páginas a entender qué mueve a sus simpatizantes. Les preguntaron por la principal razón para votarlos y resultó ser la insatisfacción con los demás partidos y no tanto que comulguen con el ideario ultra. El hartazgo con la política es tan grande que apenas uno de cada tres (32%) asegura que apoya sus políticas.

Eso sí, al entrar en temas concretos, la gran mayoría menciona que está de acuerdo con la postura crítica de la extrema derecha respecto a la inmigración. También valoran de AfD sus ideas en política energética y clima —radicalmente contrarias a las del tripartito— y sus propuestas económicas. La situación de la economía alemana, en recesión técnica y lastrada por una inflación mucho más elevada que en otros países de la eurozona, no parece estar entre las principales razones del descontento. Aunque son minoría (el 28%), más encuestados dicen que la economía va bien y cuando se les pregunta si su propia situación económica es buena o muy buena, el 65% aseguran que sí.

El líder de la oposición, el democristiano Friedrich Merz, ha vuelto a rechazar de forma contundente cualquier tipo de negociación con AfD. “Quiero ser clarísimo en esto: mientras yo sea presidente de la CDU, no habrá absolutamente ningún acuerdo con este partido”, dijo en la televisión pública el domingo por la noche. “Ese partido es xenófobo y antisemita. No tenemos nada que ver con esa gente y no habrá ningún tipo de colaboración, ni en público, ni en privado, por encima o por debajo de la mesa. Conmigo, con nosotros, nada”.

Merz y Scholz coinciden en el cordón sanitario a AfD, pero divergen en las razones que explican su auge. Para el democristiano, la culpa la tiene el Gobierno de coalición y especialmente las políticas de Los Verdes, que prohíben y dicen a los ciudadanos lo que tienen que hacer. “La gente está harta de tanto paternalismo y se está desahogando”, dijo el domingo el líder de la CDU. Scholz, por su parte, apunta a la ola derechista que barre otros países europeos, que se nutre de los tiempos convulsos, con la pandemia, la guerra en Ucrania y el cambio climático. Es esa incertidumbre, dijo en un acto el fin de semana, el que acaba por dar alas a las formaciones que explotan “el mal humor”.

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Sobre la firma

Elena G. Sevillano
Es corresponsal de EL PAÍS en Alemania. Antes se ocupó de la información judicial y económica y formó parte del equipo de Investigación. Como especialista en sanidad, siguió la crisis del coronavirus y coescribió el libro Estado de Alarma (Península, 2020). Es licenciada en Traducción y en Periodismo por la UPF y máster de Periodismo UAM/El País.

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