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Colombia enfrenta su deuda literaria con el escritor afrocolombiano Arnoldo Palacios

El novelista del Pacífico colombiano recibe un reconocimiento póstumo a cien años de su natalicio. Varios escritores defienden la riqueza de su obra frente a quienes ven un interés político en la celebración

Arnoldo Palacios, escritor colombiano
Arnoldo Palacios en una imagen tomada por Beatriz, su esposa.Beatriz Palacios
Camila Osorio

En 2010, cinco años antes de morir, un novelista colombiano llamado Arnoldo Palacios explicaba en un texto que “el libro es un ser vivo”. Primero es engendrado y parido, dice Palacios, y luego arranca un camino de tempestades, cantos, sufrimientos, hasta llegar al momento de inmortalizarse. Se convierte en “estrella negra, la que no se extingue sino que es eterna”, añadió el autor de la novela Las estrellas son negras. Palacios, un novelista y cronista afrocolombiano nacido en un pequeño municipio de la costa Pacífica (Cértegui, Chocó), fue un escritor desconocido buena parte de su vida, y la inmortalidad de sus obras se veía como una estrella lejana. Pero, como lo anticipó, los libros no mueren. En los últimos años, empezó a llegarle a cuentagotas un reconocimiento nacional que se magnificó este año, cuando se cumplen 100 años de su natalicio. El gobierno de Gustavo Petro ha declarado este el año de Arnoldo Palacios.

El anuncio se hizo hace pocas semanas, cuando el gabinete se mudó a la costa Pacífica del país, y el Ministerio de Cultura explicó que promoverá durante el año distintos eventos para conocer mejor la obra del escritor: conferencias, difusión de sus libros en las bibliotecas públicas, o una exposición fotográfica que viajará por todo el país. “Feliz centenario”, escribió el ministro, Juan David Correa, en una columna explicando la inversión del Gobierno y citando párrafos de Las estrellas son negras en los que se denuncia el racismo contra el protagonista, Irra. “Queremos que nadie tenga que lamentarse más de ese aserto que aparece en su novela, y en sus libros, que serán impresos y llevados a todas las bibliotecas públicas del país”, añade Correa, quien fue antes editor de Planeta e impulsó allí la obra del novelista.

El anuncio cultural hubiera pasado desapercibido si no fuera porque un medio local, El Colombiano, cuestionó si el valor de la obra de Palacios estaba siendo aupado no por su calidad, sino porque el Gobierno Petro se siente alineado con la ideología del escritor—porque denuncia el racismo, la discriminación a regiones como la costa Pacífica, o la pobreza que viven millones de familias. “El petrismo lo quiere consagrar”, dice el titular de un artículo que alinea a Palacios con “la escuela del realismo socialista” (el novelista simpatizaba con la izquierda liberal). Antes de ser ajustada tras la polémica, la nota decía “no hay que ser un sabueso de Scotland Yard o del DAS para darse cuenta que dicha postura coincide en líneas generales con trinos y discursos del presidente Gustavo Petro y la vicepresidenta Francia Márquez”. Sobre el ministro de cultura, además, se dice que “el ministro concibe el arte literario como una brújula casi ideológica para entender la realidad. En ese sentido, la riqueza de una propuesta narrativa o poética está condicionada no por sus virtudes formales y estilísticas sino por la denuncia que haga de los engranajes del capitalismo”.

Poniendo entonces en duda la calidad literaria de Palacios, el artículo cita dos reseñas negativas de Las estrellas negras, una de ellas de Gabriel García Márquez cuando era un joven reportero: escribió que la novela era un “molinillo de resentimiento racial”. La sospecha de que Palacios está recibiendo reconocimiento porque el petrismo lo considera afín, y no por su excelencia, recibió críticas de varios autores colombianos, como la novelista Pilar Quintana o la periodista Mabel Lara.

“Eso de reducirlo a realismo socialista es una lectura muy ligera”, dice a EL PAÍS Darío Henao, decano de Humanidades en la Universidad del Valle y director allí del doctorado en Estudios Afrolatinoamericanos. Henao, quien ha liderado seminarios de literatura contemporánea, dice que ver las novelas como resentimiento de una población o activismo socialista es no saber apreciar la riqueza literaria del universo que creó Palacios. “Hay que leer las novelas, no encasillarlas. Las consideran hechas por los pobres del Chocó, y no ven por ejemplo que Las estrellas son negras tiene un tratamiento excepcional del tiempo, uno joyciano—la acción está concentrada en dos días. No han visto aún la poética en la construcción de los libros de Arnoldo Palacios”, añade Henao, quien aprecia las palabras del Pacífico que Palacios añadió a la literatura colombiana, como madredediós, en el titular del libro biográfico Buscando mi madredediós.

“Buscar su madredediós, su madrediosita, es una expresión empleada diariamente por nosotros, los negros del Chocó. Significa consagrar sus energías y toda su santa paciencia a conseguir el pan cotidiano, andar alguien en pos de su buena suerte”, escribió Palacios.

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En la misma línea de Henao se pronuncia Velia Vidal, autora y directora del proyecto cultural Nuestro Motete, que promueve la lectura en el departamento del Chocó. “Me pareció irrespetuoso citar a García Márquez cuando él era un joven periodista. Las lecturas cambian a lo largo del tiempo”, dice Vidal, quien también valora los logros del escritor chocoano a nivel literario. “Hay algo que me parece muy valioso en la obra de Palacios, y es la elaboración del lenguaje: en Las estrellas son negras se lee el lenguaje de las personas rurales al mismo tiempo que se mantiene la estructura formal del español, y eso fue algo muy elaborado para su momento”, explica Vidal (la novela fue publicada a mitad del siglo XX). “Hay una gran conciencia de lo lingüístico sin ser peyorativo, y Palacios no era lingüista, ni estaba formado en las grandes universidades del centro del país”, añade. Palacios sufrió de poliomielitis y decía que esa condición lo llevó a ser un observador dedicado del Pacífico colombiano. “Eso me parece muy interesante de Palacios, no hubo una victimización suya frente al polio, sino una construcción de una oportunidad”, dice Vidal.

Henao y Vidal coinciden en que en vida el autor y la riqueza de su obra recibió muy poco reconocimiento por décadas del siglo XX—en parte por la discriminación contra los autores afro, en parte porque Palacios vivió en Europa buena parte de su vida. Una reseña del historiador Francisco Flórez, director del Archivo General de la Nación, cuenta que uno de los libros de Palacios escrito en Europa y titulado La Selva y la Lluvia no consiguió entrar a las editoriales colombianas y solo fue apreciada por una editorial de la Unión Soviética llamada Progreso.

Pero Palacios empezó a ganar algo de atención mucho antes del Gobierno actual de Gustavo Petro. “Considero que esa visibilidad empezó cuando se acabó el siglo XX y se hicieron los primeros listados de las mejores novelas colombianas del siglo, y ahí apareció Las estrellas son negras” recuerda Vidal. Luego la editorial Intermedio reeditó la novela La selva y la lluvia en 2010, y la editorial Planeta reeditó de Las Estrellas y publicó Buscando mi madredediós en los últimos años. De hecho, fue en el Gobierno de derecha de Álvaro Uribe (2002-2010) cuando la ministra de Cultura, Paula Marcela Moreno, incluyó a Palacios en la Biblioteca de literatura afrocolombiana y se publicó la primera reedición de Las Estrellas son negras en más de diez años. El que Uribe y Palacios seguramente no hubieran hoy militado en el mismo partido no impidió que el autor afrocolombiano recibiera ese reconocimiento. Porque los libros de Arnoldo Palacios, ya independientemente del gobierno de turno, están vivos y son eternos como las estrellas negras.

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Sobre la firma

Camila Osorio
Corresponsal de cultura en EL PAÍS América y escribe desde Bogotá. Ha trabajado en el diario 'La Silla Vacía' (Bogotá) y la revista 'The New Yorker', y ha sido freelancer en Colombia, Sudáfrica y Estados Unidos.

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