El sector forestal: lo que fue, es y puede ser

Si bien puede hacer un aporte considerable a la balanza comercial y a la generación de empleo, el sector forestal se encuentra estancado. Falta de licencia social por el conflicto de 2005, cuestiones macroeconómicas y otras tantas cosas afectan a su desarrollo.

¡Buenas! Espero que estés muy bien.

¿Ansioso por el cierre de listas? Yo también. Por suerte estoy del lado del mostrador que observa y no tiene que preocuparse por si su candidato entra en el puesto 10 o 25 de la lista de concejales de algún municipio pequeño. Mi compasión con los que discuten esos cargos que sé que se sufren tanto como los puestos nacionales y se suele invisibilizar su discusión.

La entrega pasada de Infinito Punto Verde me dio el pie para lo que vamos a charlar hoy: la industria forestal. Antes de arrancar, hace dos semanas fue el cumpleaños de Cenital, así que quizás ya sos parte de Mejores amigos, en caso contrario te invito a que te sumes y aportes con lo que puedas a esta gran comunidad.

Los datos del día

  • En conjunto, las actividades que se pueden incluir dentro del sector emplean a aproximadamente 70 mil personas registradas. Sin embargo, para 2021 la formalidad estaba en torno al 36%, por lo que se pueden estimar unos 190 mil trabajadores en total;
  • Se trata de una industria bien heterogénea. La tasa de pobreza de los empleados va desde un 70% -para el caso de la silvicultura y extracción de madera- hasta un 22% -en la producción de papel y cartón-, pasando por un 39% en la fabricación de productos de madera;
  • En 2021 el 82% del empleo registrado se explicó por seis provincias: Buenos Aires (38%), Misiones (15%), CABA (8%), Corrientes (8%), Santa Fe (7%) y Entre Ríos (6%);
  • El año pasado el complejo forestal exportó 792 millones de dólares, lo que representa un 0.9% de las exportaciones de bienes totales. Si vemos la película en lugar de la foto encontramos que en 2010 se exportaron mil millones y representaba el 1,5% del total.

Mi hijo es una caja

A grandes rasgos, la industria forestal argentina se compone de tres sectores: la plantación de árboles y extracción de madera; la elaboración de productos de madera -pero no muebles-; y la industria papelera y del cartón. Ahora bien, que pertenezcan a la misma industria no implica que se parezcan, cada uno tiene sus particularidades, su capacidad de insertarse en el comercio internacional, sus niveles de productividad y de formalidad laboral.

¿De dónde viene la madera? Dos tercios de la producción nacional vienen de bosques implantados, es decir de árboles plantados -principalmente pinos y eucaliptos-. El tercio restante viene de bosques nativos. Y te preguntarás por qué se planta, habiendo árboles disponibles en gran parte del territorio.

En Cenital nos importa que entiendas. Por eso nos propusimos contar de manera sencilla una realidad compleja. Si te gusta lo que hacemos, ayudanos a seguir. Sumate a nuestro círculo de Mejores amigos.

Bueno, hay dos motivos principales. Por un lado, la industria forestal requiere de cierta homogeneidad en el producto procesado, no se puede estandarizar un proceso productivo si los insumos son todos distintos y de diferentes especies vegetales. Entonces, los pinos y eucaliptos -especies exóticas en nuestra tierra- garantizan esta homogeneidad y facilitan el tratamiento industrial. Por otro lado, la industria precisa de un flujo constante de árboles para poder operar. Por lo tanto, se plantan árboles de los que se conoce el tiempo de maduración necesario para su producción, se los tala y luego se vuelve a plantar el territorio -con la rotación necesaria- de forma tal de asegurar una provisión constante.

Disclaimer. Además de esos dos, la preservación de los bosques nativos no se plantea solamente como una cuestión ecofriendly, sino que también va a ser un requisito para el comercio exterior en los próximos años. Si te interesa esto último te diría que te suscribas al news, si todo sale bien en unas semanas vamos a hablar de eso.

Volviendo a las plantaciones, la mayor parte se encuentra en la Mesopotamia argentina por sus condiciones climáticas -más adelante volvemos sobre esto- que garantizan una alta velocidad de crecimiento de los cultivos. Ahora bien, la gracia no está únicamente en plantar árboles. Por lo general, en las cercanías se instalan las plantas de procesamiento, para facilitar el costo logístico que implica el traslado de la madera y con esto nos vamos a lo que es la industria. Sin embargo, más industria lleva a más forestación, ya que se necesita la provisión constante de insumos.

Los primeros avances en el segmento celulósico-papelero argentino ocurrieron durante la segunda mitad del siglo XX, principalmente hacia fines de la década de los ’60, cuando se intensificaron las inversiones que requerían altos volúmenes de capital y una elevada escala de producción para asegurar su factibilidad. Hasta mediados de los ’80 se realizaron las inversiones más importantes y se instalaron las principales fábricas. La última es la de Alto Paraná en Misiones (hoy en día es de Arauco, una multinacional chilena que es uno de los grandes jugadores en la industria).

A partir de ese momento, no se realizaron nuevas inversiones de gran envergadura, sino que se abocaron a mantener en funcionamiento las que ya existían. Pasada la convertibilidad, y con un escenario más favorable para la inversión productiva, en 2005 se desencadenó el conflicto por la instalación de la papelera Botnia en Entre Ríos por parte de una empresa finlandesa. Esto derivó en que finalmente el proyecto se trasladara al otro lado del río, hacia la ciudad uruguaya de Fray Bentos, con una discusión bastante larga entre los dos países.

No voy a entrar en detalle sobre esto porque nos llevaría toda la entrega, pero te dejo este hilo de Leandro Mora Alfonsín -en la sección siguiente de esta entrega vamos a hablar con él, así que de paso te dejo este documento que salió hace poquito- y este otro donde se explica bastante en detalle.

Si la discusión está bien o mal no me compete, comprendo a la gente que descree de las capacidades estatales de control. Al menos se podría avanzar en algún sistema para aportar datos precisos y de fácil acceso para contribuir al debate, algo que se hizo en el caso de la minería con el SIACAM, que ganó un premio sobre transparencia la semana pasada.

Las otras primarias que importan

En dos días se presentan las candidaturas presidenciales que tendremos que votar en las PASO, ya estarán las definiciones finales y se terminarán las sorpresas -bueno, por ahora-. Todo muy bello si te gustan las primarias abiertas, pero lo que no es bello es la reprimarización de la economía.

¿A qué me refiero con esto? Si pudieras elegir entre exportar uvas o vino, probablemente elijas el segundo porque tiene varios procesos más de agregación de valor. Esto significa más empleo, una posibilidad mayor de hacer innovaciones tecnológicas, vender productos por un valor mayor y un encadenamiento con otras cadenas productivas. El tema es cuando sucede lo contrario y te quedás solamente con el producto primario. Ahí hablamos de una primarización, y el re es porque ya ha sucedido en nuestra historia.

Algo de esto pasa justamente en el sector forestal. Si analizamos la composición de las exportaciones del complejo encontramos varias dinámicas. En todos los años los productos industriales tuvieron mayor peso que los primarios, pero la diferencia entre ellos fue variando. Hasta 2002, el peso de la madera era en promedio de 26%. Entre 2003 y 2008 creció el valor exportado, pero lo hizo más el del producto primario, alcanzando el 40% del total en 2005. Desde ese año hasta 2016 cayeron sistemáticamente las exportaciones y perdieron peso las maderas. A partir de entonces los productos industriales mantuvieron su ventas al exterior, pero la madera creció muchísimo. Llegaron a representar el 45% en 2021 y acá es donde la idea de la primarización y la exportación de troncos sin valor agregado empieza a hacer ruido.

Exportaciones del complejo forestal. Millones de dólares corrientes. 1995–2021

Fuente: elaboración propia en base a INDEC y Mora Alfonsín (2023)


El tema no termina ahí. No solo exportamos barato cuando podría agregarse valor localmente, sino que después importamos esos productos y tenemos un déficit comercial en el complejo. Un aumento en la producción permitiría reducir las importaciones e incrementar las ventas, con un doble efecto sobre nuestra balanza comercial.


Balanza comercial de productos foresto-industriales. 2010–2021

Fuente: Mora Alfonsín (2023)

Pasaron 25 años, Espósito

Una de las personas que más sabe del tema es el ya mencionado Leandro Mora Alfonsín, ex director nacional de Desarrollo Regional y Sectorial y ex director Ejecutivo en la Federación Argentina de la Industria de la Madera y Afines (FAIMA), así que estuvimos charlando sobre las oportunidades y los desafíos del sector.

Lo primero que me comentó es que la demanda internacional de los productos forestales va a crecer sostenidamente en las próximas décadas, principalmente traccionada por el incremento en el negocio puerta a puerta (los envíos de compras ecommerce en cajas de cartón), el uso de madera en la industria de la construcción y por la mayor demanda de productos higiénicos en el mundo asiático. Además, los productos de origen forestal mantienen su capacidad de secuestrar el dióxido de carbono, por lo cual cobran más relevancia aún dada la crisis climática que atravesamos ¿Cuánto va a crecer la demanda global? Se estima que para 2050 se va a incrementar un 37% respecto a 2020, por lo cual hay chances de que Argentina se inserte parcialmente en el comercio mundial.

Pero, ¿qué necesitamos para que eso ocurra? Puntualmente me planteó tres desafíos bien claros:

  • El escenario macroeconómico actual dificulta bastante a la industria. Se trata de inversiones enormes -al menos en el segmento de la industria papelera y de la celulosa-, de entre 1.000 y 3.500 millones de dólares. Además, las plantaciones requieren más de una década para madurar, por lo que la previsibilidad impositiva y en el acceso a divisas resulta indispensable;
  • Una de las leyes que regula al sector es la Ley de Tierras Rurales, que tiene la noble intención de evitar que un gringo rico se quede con la Patagonia (al menos más de lo que ya está en manos extranjeras). El problema es que esta ley no contempla el uso de la tierra, por lo cual la compra de más de mil hectáreas para plantar árboles por parte de una empresa extranjera se complica. Esto es algo que en otros países -como la ley de Brasil- está subsanado para los proyectos productivos. Además, es una industria que suele estar integrada verticalmente -es decir que la misma empresa planta, recolecta, procesa y vende los productos-, por lo que no resulta conveniente la compra de productos a pequeños productores;
  • Por último, la cuestión de la licencia social es sumamente importante. Todos los que nacimos antes del 2000 nos acordamos del conflicto de las papeleras en Gualeguaychú y es algo que caló hondo en nuestro pensamiento. Lograr la aceptación de la población que se encuentra en la zona afectada, así como también llevar a cabo prácticas sustentables resulta clave para avanzar con proyectos de este tamaño.

Con estos tres desafíos quizás te preguntes por qué vendría una empresa a desarrollar la forestoindustria a Argentina. Eso mismo le pregunté a Leandro, así que, si lo pensaste, estamos en la misma sintonía. Resulta que la Mesopotamia argentina cuenta con una serie de características climáticas que permiten que los árboles crezcan mucho más rápido que en otros lugares. Estas características son compartidas por una parte de Uruguay -este mes comenzó a funcionar la tercera planta de celulosa inaugurada en los últimos 20 años- y la región del Mato Grosso Do Sul en Brasil.

Para que te hagas una idea, si en otras regiones -como Escandinavia- los primeros cortes de árboles pueden realizarse en un plazo de 30 a 45 años, en la Mesopotamia argentina y los países de la región ese tiempo disminuye a entre 9 y 15 años. Es decir que crecen por lo menos el doble de rápido que en otras partes del mundo.

Entonces, ¿cuánto puede crecer la industria forestal en Argentina? Según las estimaciones realizadas en Plan Argentina Productiva 2030, se podrían atraer inversiones por USD 7.000 millones, duplicar la cantidad de rollos de madera a industrializar, aumentar las exportaciones por USD 1.413 millones y dejar de importar 403 millones de dólares. Lo que se traduce en 60 mil puestos de trabajo formales y casi duplicar la cantidad de empresas que emplean trabajadores registrados -siendo algunas grandes, pero la mayor parte PyMEs-. Todo esto si se aumentan a 700 mil las hectáreas plantadas, sin afectar de ninguna manera los bosques nativos ni las tierras utilizadas para cultivos. Es decir, pasar de 1,3 millones de hectáreas plantadas a 2 y quedando 1,7 millones libres.

Ahora bien, esto puede parecer algo inalcanzable, pero lo cierto es que el Cono Sur se convirtió en un gran receptor de inversiones forestales, principalmente en Brasil, Uruguay y Paraguay. Por lo que nos estamos quedando un poco abajo del tren mientras este pasa porque hace casi cuarenta años que no hay una inversión grande en nuestro país (un poco más de los 25 años que pasaron en El secreto de sus ojos).

Bonus Track

Eso es todo por hoy, así que pasamos a las recomendaciones y nos leemos en unas semanas.

  • El área de Política Productiva de Fundar publicó la semana pasada un análisis muy detallado sobre el régimen de promoción de Tierra del Fuego con propuestas y datos serios sobre cómo reformarlo;
  • Me gustó esta nota de hace unas semanas de Diego Coatz en La Nación sobre las cuestiones que van a sobrevolar los debates industriales en los próximos años;

Ya que estuvimos hablando de bosques, te recomiendo Hush, qué lindo pero qué cagazo estar solo en una cabaña en el medio de la nada.

¡Espero que te haya gustado!

Te mando un abrazo

Nico

Escribe sobre temas de sectores y desarrollo productivo y trata, todo lo posible, de cruzarlo con datos. Le importa que estos sectores impulsen el bienestar social. Estudió economía en la UBA, se especializó en políticas sociales en UNTREF y arrancó una maestría en desarrollo económico en UNSAM. Es docente e investiga sobre Política Productiva en Fundar.