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Chile, ante su mayor desafío

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Chile, ante su mayor desafío

En la víspera de los 50 años del golpe de Estado, el presidente Boric y los expresidentes Frei, Lagos, Bachelet y Piñera analizan para EL PAÍS la fractura chilena. Ante la crispación y el desencanto, llaman a la concordia democrática

El País

El presidente de Chile, Gabriel Boric, y sus cuatro antecesores –el democristiano Eduardo Frei, los socialistas Ricardo Lagos y Michelle Bachelet y el único presidente de derecha desde el retorno a la democracia en 1990, Sebastián Piñera– han contestado por escrito un cuestionario idéntico a petición de EL PAÍS. Lo hacen cuando Chile se apresta a conmemorar el lunes 11 de septiembre los 50 años del golpe de Estado militar de 1973 contra Salvador Allende, una fecha que todavía divide al país sudamericano y que se ha vivido con especial intensidad y polarización por la clase política. Pese al clima “eléctrico”, como lo calificó hace unos días el propio presidente Boric, los cinco firmaron el jueves una carta donde donde ratificaron su compromiso “por la democracia, siempre”. Es algo que Boric no logró con los partidos de la oposición, que no confían en su Gobierno.

En sus respectivas respuestas, Boric y sus cuatro antecesores –todos los expresidentes chilenos vivos– se refieren, además, a las fortalezas y debilidades de Chile, sus principales desafíos y a asuntos más íntimos, como la forma en que les gustaría ser recordados en medio siglo.

Estas fueron sus respuestas.

Gabriel Boric

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El presidente de Chile, Gabriel Boric (37 años, Punta Arenas), milita en el partido Convergencia Social del Frente Amplio, una nueva fuerza política de izquierda. Llegó al Gobierno en marzo de 2022 y fue elegido para liderar el país cuatro años, hasta marzo de 2026. Como el 70% de la población, no había nacido para el golpe. Es el primer presidente de Chile desde 1990 que no vivió el quiebre democrático.

Esta semana se reunió por separado con sus cuatro antecesores para firmar el documento Por la democracia, siempre, con motivo de los 50 años del golpe de Estado. “Si bien en nuestro país existen diferencias y matices entre los diversos bloques y partidos políticos, desde el fin de la dictadura en adelante se ha logrado instalar una estabilidad democrática que permite el diálogo y la convivencia entre todos los actores. Por mi parte, más allá de las legítimas diferencias, respeto las instituciones y en especial la Presidencia de la República y, por lo tanto, a aquellos que han ocupado el cargo. Por supuesto que uno posee mayor o menor afinidad política y personal con unos u otros, pero la conmemoración de los 50 años como hito para recordar uno de los momentos más tristes de nuestra historia republicana nos debe unir en la búsqueda de acuerdos comunes en torno a la democracia, memoria, no repetición y la justicia”.

Boric dice valorar “mucho este gesto”. “Pero no lo hago de manera personal. Soy presidente en ejercicio y lo valoro en nombre de todas y todos los chilenos que deben confiar en que democracia siempre: es lo que esperan nuestros compatriotas, justicia para quienes no la han tenido, memoria para construir un país justo solidario y empático y garantías de no repetición para las nuevas generaciones”.

P. ¿Cómo llega Chile a los 50 años del golpe de Estado?

R. Chile llega fortalecido desde el punto de vista institucional y democrático, con la enseñanza de haber pasado por momentos difíciles. Pero en cada Gobierno hemos hecho un esfuerzo en diferentes niveles para que no se repitan. Hemos vivido meses intensos, con crispación política, pero que estoy seguro terminarán por colocar los intereses de las y los chilenos por delante. La inmensa mayoría de nuestros compatriotas quieren acuerdos, paz social y una política constructiva. Y si bien existen sectores que han tenido un retroceso buscando justificar un golpe de Estado, creo que solo responden a estrategias políticas irresponsables y de corto plazo. Estoy convencido que más adelante, aquellos que intentaron reivindicar el golpe de Estado se darán cuenta del error que cometen, como ya ha pasado antes en nuestra historia reciente.

P. ¿Qué le gusta del Chile actual?

R. Ustedes saben que soy de región, de Magallanes, al extremo sur de Chile. Por tanto, mi opinión no es centralista ni complaciente. Valoro con emoción que seamos fuertes y valientes, que ante la adversidad nos levantamos siempre. Y a quienes la vida se las ha puesto más difícil son, sin duda, los más admirables. Cuando nadie lo creía posible, siempre somos capaces de dar vuelta el partido. Creo que esa resiliencia es uno de los atributos más importantes de nuestra Patria y su gente. De igual manera, el respeto generalizado por la democracia y las instituciones que se expresa en la constante búsqueda de acuerdos incluso en momentos de alta tensión, como pudimos ver en el Gobierno anterior durante el estallido social. Y también ahora que hemos tenido momentos de crispación política. En Chile los problemas de la democracia se solucionan con más democracia y eso es un orgullo.

P. ¿Y qué no le gusta?

R. Creo que tenemos una deuda con la desigualdad. Con una reforma de pensiones que dignifique y reconozca el esfuerzo de las personas mayores y con un Estado de bienestar que entregue certezas en salud y educación de calidad. Sin embargo, siento que periodo tras periodo hemos ido avanzando en estas materias, aunque con menos velocidad de la que uno desearía. Es lo que de verdad nos desvela, me desvela: las urgencias de las personas de nuestro país, son las urgencias de mi Gobierno.

P. ¿Cuáles son los principales desafíos del país de cara al futuro?

R. Chile tiene la tarea de convertirse, con responsabilidad y gradualidad, en un Estado de bienestar que asegure a la ciudadanía el acceso a servicios básicos de calidad sin importar el tamaño de la billetera de los ciudadanos. Creo que ahí está el principal desafío. En establecer de una vez por todas un sistema previsional digno para aquellos que han trabajado durante toda una vida por la Patria; un sistema de salud que garantice que ante la enfermedad todos y todas tendrán la oportunidad de tener un tratamiento, que dispondrán de los medicamentos y que serán atendidos con respeto; un sistema educacional que garantice la igualdad de oportunidades para todas y todos los niños y jóvenes de nuestro país. A esto se suma, además, garantizar la seguridad ciudadana a través del combate del narcotráfico, el crimen organizado y la violencia permitiendo que todos y todas puedan vivir en libertad en sus barrios y desarrollarse plenamente.

P. ¿Cómo le gustaría que se le recordara a usted en medio siglo más?

R. No quiero que me recuerden a mí. Quiero que sí se reconozca que dirigí un equipo de Gobierno que impulsó transformaciones que permitieron disminuir las brechas de desigualdad y que, en lo central, trabajó por que las y los chilenos pudieran ser más felices.


Eduardo Frei Ruiz-Tagle

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Tras el primer Gobierno democrático de Patricio Aylwin (1990-1994), ya fallecido, el democristiano Eduardo Frei Ruiz-Tagle (81 años, Santiago) lideró el país entre 1994 y 2000. Hijo de otro presidente de la República chilena, Eduardo Frei Montalva (1964-1970), su Gobierno tuvo que enfrentar la detención de Augusto Pinochet en Londres, en 1998. Luego de ser presidente, Frei Ruiz-Tagle fue senador.

Pregunta. ¿Qué no le gusta del Chile actual?

Respuesta. Lo más negativo del Chile actual es, sin duda, el estado de crispación que prevalece en el debate político. Cuando se viven momentos difíciles, en los que hay una serie de desafíos que abordar, los ciudadanos esperan un debate de altura, sereno y racional de distintas propuestas que nos ayuden a resolver las dificultades que nos aquejan. Sin embargo, lo que hemos visto en el último tiempo es que predomina un lenguaje agresivo y descalificador que polariza la discusión pública, nos impide avanzar, afecta a la sociedad entera y erosiona gravemente la calidad y eficacia de nuestro sistema democrático.

Pero lo más grave de este clima de enfrentamiento que se ha tomado la política nacional es que hace imposible la consecución de acuerdos transversales para hacer frente a los múltiples desafíos que tiene el país y que se encuentran pendientes desde hace varios años.

Es urgente enmendar el rumbo. Chile merece una democracia de calidad, con instituciones eficientes y respetadas, con un debate serio y riguroso, y políticas públicas que nos devuelvan a la senda del desarrollo.

P. ¿Y qué le gusta?

R. Quisiera señalar que, a pesar de nuestras dificultades, nuestro país conserva intactas sus enormes potencialidades. Primero, gracias a la riqueza de nuestra naturaleza. Por ejemplo, tenemos enormes ventajas para generar energías limpias como la energía solar y el hidrógeno verde; tenemos los cielos más limpios de la Tierra, que nos permite recibir a los más importantes astrónomos del mundo para que, junto a científicos chilenos, puedan realizar sus investigaciones; somos un país rico en minerales y tenemos una agricultura que es uno de los pilares de nuestro desarrollo y un relevante protagonista de nuestro sector exportador, y por último, contamos con hermosos paisajes a lo largo de nuestro territorio que nos han convertido en un creciente polo de atracción turística mundial.

Y, segundo, contamos con el espíritu de nuestra gente que siempre ha mostrado una gran resiliencia para superar los momentos adversos y tienen una gran fuerza para emprender y enfrentar múltiples desafíos. Por eso ven con desesperanza lo que estamos viviendo. Ellos solo quieren progresar, vivir tranquilos, tener más y mejores oportunidades para vivir mejor, darles una buena educación a sus hijos y ser felices. Lamentablemente ese camino lo extraviamos.

Otro tema importante, es que lamentablemente Sudamérica y particularmente Chile enfrentan un problema de inmigración desordenada producto fundamentalmente de la crisis provocada por la dictadura de Maduro. Más de siete millones de venezolanos han tenido que dejar su país, cientos de miles de los cuales han llegado a Chile. A eso se unen haitianos, colombianos, peruanos y personas de otros países de nuestro continente. Más de dos millones de personas que necesitan trabajo, salud, educación, vivienda, entre otras necesidades. Chile no estaba preparado para recibirlos. Y la inseguridad ha aumentado en forma alarmante. Hoy es la principal preocupación de la población.

Este es un problema que deberíamos enfrentarlo entre todos los países de nuestra América Latina y este tema no lo hemos abordado. Me preocupa mucho la inacción de nuestros gobiernos.

P. ¿Cómo llega a Chile a los 50 años del golpe de Estado?

R. Llega en un momento difícil, con un país profundamente dividido y que ha perdido la capacidad para escucharse, dialogar y alcanzar acuerdos. Tenemos un país estancado, con una economía que no crece desde hace años, con una inflación elevada y una inversión alicaída. Hoy el debate político lo están protagonizando los extremos y, como lo señalé anteriormente, en un clima de mucha beligerancia. En la actualidad la discusión es inevitablemente sobre el pasado y yo creo que está bien reflexionar sobre lo que sucedió para no caer en el olvido, sobre todo en lo relativo a las violaciones a los derechos humanos. Sin embargo, también tenemos que pensar en el Chile de los próximos 30 años, porque claramente los últimos 10 no han sido buenos y es hora de que nos reencontremos con el camino del progreso. De lo contrario, una vez más seremos un caso de desarrollo frustrado.

P. ¿Cuáles son los principales desafíos del país de cara al futuro?

R. Chile necesita urgentemente volver a crecer y que la economía recupere su capacidad de crear empleos. Para ello, el camino es volver a hacer lo que hicimos tan exitosamente en los años noventa, de acuerdo a las actuales circunstancias. Por ejemplo, reactivando el modelo de asociatividad público-privada a través de las inversiones en infraestructura, que hoy se encuentra subutilizada. Tenemos inversiones largamente postergadas en puertos y carreteras, en infraestructura para el desarrollo del litio y el hidrógeno verde, en construcción de cárceles y embalses, etc. Del mismo modo, y considerando que el 75% de nuestra economía depende del comercio exterior, debemos darle un nuevo impulso a nuestro comercio exterior duplicando nuestras exportaciones, diversificando los productos que enviamos a otros mercados y modernizando nuestros acuerdos comerciales, muchos de los cuales ya tienen más de 20 años de vigencia.

En otro orden de cosas, tenemos desafíos internos que llevan mucho tiempo esperando. Principalmente necesitamos un país con equidad, que todos tengan acceso a una educación, salud, vivienda y pensiones justas y de calidad. Necesitamos enfrentar el fenómeno de la delincuencia y del crimen organizado para que el país vuelva a vivir con paz social. Asimismo, la ciudadanía hace años está exigiendo cambios en el sistema de pensiones; debemos reponer el principio de integridad en la función pública; seguir disminuyendo la pobreza; la educación siempre requiere políticas públicas nuevas y tenemos una situación explosiva en el ámbito de los seguros de salud privados, entre otros.

P. ¿Qué es lo que más y menos extraña de su época como presidente?

R. Cuando asumí la Presidencia de la República tenía muy claro que ese trabajo tenía una fecha de inicio y otra de término, por lo que no hay nada que extrañe mayormente. Lo que sí me gustaría es ver hoy al país funcionando como en aquellos años, con una economía que crecía, bajo desempleo, con mucha inversión en infraestructura, construcciones en todos lados, con el país accediendo a nuevos mercados, etc. Ese impulso y dinamismo no lo veo hoy y tenemos que recuperarlo. Falta ver líderes que tomen decisiones por el bien del país, aunque sean complejas o impopulares.

P. ¿Cómo le gustaría que se le recordara a usted en medio siglo más?

R. Me gustaría que me recuerden como un hombre que amó inmensamente a Chile y que, más allá de mis aciertos y errores, siempre, a lo largo de toda mi trayectoria pública, intenté dar lo mejor de mí por Chile y mis compatriotas, desprovisto de todo interés personal y actuando siempre con rectitud. Lo hice con visión de futuro, pensando en lo que era lo mejor para el desarrollo del país y de todos los chilenos. Actué con transparencia, honestidad y nunca anteponiendo el interés personal sobre el del país.

Ricardo Lagos

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Fue el primer socialista en llegar a La Moneda tras Salvador Allende. Ricardo Lagos (Santiago, 85 años) gobernó entre 2000 y 2006. Como presidente le tocó conmemorar los 30 años del golpe de Estado y durante su Administración impulsó la Comisión Valech, que recogió testimonios sobre prisión política y tortura en dictadura.

P. ¿Qué le gusta y que no le gusta del Chile actual?

R. Puede que uno, con el paso de los años, sea más riguroso en definir lo que le gusta de su país. Pero creo que hoy me gusta esa forma de “al abordaje muchachos” con que las generaciones jóvenes se relacionan con las nuevas tecnologías y los desafíos que estas les plantean. Eso impregna la actitud de quienes ponen en marcha una startup, cruzando entusiasmos, innovación y mirada de futuro. Y, de alguna forma, allí está también lo que no me gusta: esa desigualdad donde a la muchacha o el muchacho de talento le es mucho más cuesta arriba lograr los conocimientos y accesos para hacer realidad sus sueños. Es la desigualdad marcando territorios, limitando los vínculos sociales y haciendo evidente una brecha digital que, si queremos ser algo en el siglo XXI, debemos superar.

P. ¿Cómo llega a Chile a los 50 años del golpe de Estado?

R. Llega con las heridas abiertas de una tragedia profunda, con marcas que ya no se borran de la historia. Pero hay que preguntarse, ¿por qué las heridas no han podido cicatrizar? Porque tenemos un déficit de verdad, de preguntas sin respuesta. La Guerra Civil de 1891 dejó miles de muertos y un presidente que optó por el suicidio tras ser derrocado, pero cuando se cumplieron 50 años no hubo disputas mayores ni polarizaciones extremas. El país de 1941, tras sufrir con un gran terremoto, miraba hacia el futuro y desde la Corfo se impulsaba una fuerza productiva potente para el país. ¿Por qué fue aquello? Porque tras aquella confrontación fratricida todos sabían dónde estaban sus muertos y conocían las convicciones desde las cuales cada cual había entregado su vida luchando por ellas. En cambio, septiembre de 1973 deja la huella de la acción militar extrema frente a civiles desarmados, de la tortura y de más de mil detenidos desaparecidos de cuyo destino hasta hoy no sabemos la verdad. Aquella sentencia bíblica de “la verdad os hará libres” pesa muy fuerte en este tiempo.

P. ¿Cuáles son los principales desafíos del país de cara al futuro?

R. El principal desafío es lograr que la ciudadanía vuelva a confiar en las instituciones del país. Una sociedad que avanza en el tiempo sin certezas, sin confianza en el escenario donde transcurre su vida cotidiana, se quebraja. La Constitución y las leyes requieren que todos las sientan como propias y con ellas confrontar las diferencias y resolver las disputas. Y en ese marco tener instituciones que den solidez al devenir del país, instituciones respetadas en su quehacer y en su calidad ética y moral. Chile necesita esa estructura porque en la interacción con el mundo, cuestión para nosotros ineludible, se nos respetará no sólo por tener ciertos productos y ciertas ideas, sino también por ser un país sólido en sus instituciones y serio en sus decisiones. Y eso nos obliga a saber entender las evoluciones de la geopolítica y ubicarnos en ella: las tensiones entre Estados Unidos y China no son tema de un par de años, marcarán las próximas décadas y la solidez institucional nos permitirá cuidar y reforzar nuestra autonomía en medio de las nuevas complejidades de la política global.

P. ¿Qué es lo que más y menos extraña de su época como presidente?

R. Más allá de lo que pueda extrañar, lo importante es lo que el pueblo de Chile me hizo aprender desde esa responsabilidad. Aprender que se gobierna para la democracia. Cada día, en cada una de las decisiones que se toman, lo que uno hace es hacer un agregado más al edificio común, a la democracia entendida como patrimonio político compartido. Nada es fácil, especialmente cuando no se tiene mayoría en el Parlamento. Así lo vivimos, pero hubo que saber encontrar formas para lograr que los postergados de siempre tuvieran una vida mejor, para que las carreteras y rutas del metro ayudaran a mejorar la vida familiar, a que la educación avanzara a una mayor igualdad, a que los programas de salud tuvieran garantías. Hubo pasos importantes que, en su momento, dieron cuenta de un país que entró al nuevo siglo y al nuevo milenio con mayor confianza en sus posibilidades. Cada uno de esos pasos lo que buscó fue, precisamente, hacer a nuestra democracia un poco más sólida.

P. ¿Cómo le gustaría que se le recordara a usted en medio siglo más?

R. La pregunta convoca a un ejercicio de inmodestia que prefiero dejar de lado. Más bien diría de como ciertas obsesiones marcaron mi tiempo en las responsabilidades políticas que me tocó ejercer. Uno, siempre buscando expandir la equidad, porque nunca Chile llegará a ser un país desarrollado si mantiene las cotas de desigualdad que han marcado su tránsito del siglo XX al siglo XXI. Dos, mirar con persistencia al futuro, a las posibilidades que nos esperan. Por eso hablé de internet en mi primer mensaje presidencial y eso sorprendió a más de alguien ligado a la política clásica. Por eso, ya cumpliendo el primer cuarto de este siglo, convoco cada vez que puedo a entender que ya estamos dejando atrás la revolución industrial y avanzamos aceleradamente por la era digital. Y es aquí, en esta era de innovación creciente, donde creo que debemos hacernos una pregunta esencial: ¿cuáles serán nuestros méritos para que Chile siga siendo un país respetado en el nuevo orden internacional, allí donde lo digital creará interacciones inimaginables hasta hace muy poco? Tal vez me gustaría que me recordaran por estas obsesiones.

Michelle Bachelet

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Michelle Bachelet, socialista, fue la primera mujer en convertirse en presidenta de Chile. La médica lo consiguió en dos ocasiones, entre 2006 y 2010 y entre 2014 y 2018. Su primer mandato fue el último de la Concertación de centroizquierda. El segundo gobernó bajo una alianza que abarcó desde la Democracia Cristiana hasta el Partido Comunista. Hija de un militar muerto tras las torturas de sus propios compañeros de armas tras el golpe de Estado, tanto Bachelet como su madre fueron detenidas políticas.

P. ¿Qué le gusta y que no le gusta del Chile actual?

R. Me gusta la gente de nuestro país, las personas que día a día se la juegan por sus familias, para sacarlas adelante. Creo que, en ese sentido, hemos avanzado como país en materia de desigualdad, aunque todavía nos falta mucho para terminar con la tremenda desigualdad estructural que nos ha caracterizado. Y entre lo que no me gusta, está que lleguemos a los 50 años con personas dispuestas a cuestionar hechos que son incuestionables. La falta de unidad, de sentido de lo colectivo y la polarización que hemos visto en el último tiempo. Además de la herencia brutal de la dictadura, que no hemos logrado cambiar, de un modelo neoliberal donde el individualismo está exacerbado al máximo.

P. ¿Cómo llega Chile a los 50 años del golpe de Estado?

R. Chile llega con desafíos importantes a los 50 años. Alrededor del 70% de los chilenos y chilenas no había nacido hace 50 años, es decir, que quienes fuimos testigos de esos hechos brutales somos hoy una minoría y somos los responsables de preservar la memoria. A mí me preocupa que lleguemos a los 50 años con gente que está dispuesta a justificar lo injustificable, porque nunca se puede justificar un golpe de Estado, tampoco el quiebre de la democracia, ni la violación de derechos humanos, ni los crímenes de lesa humanidad. Tenemos que tener esa claridad y ese acuerdo mínimo civilizatorio, por decirlo de cierta forma.

Llegamos a los 50 años con personas que están dispuestas a cuestionar la democracia, que si bien no es un sistema perfecto, es el mejor que tenemos y que nos permite encontrar vías de resolver nuestros conflictos. Es muy preocupante que lleguemos a los 50 años con personas que declaran que Pinochet ha sido el mejor gobernante de nuestra historia.

P. ¿Cuáles son los principales desafíos del país de cara al futuro?

R. Chile enfrenta múltiples desafíos de cara al futuro, y es esencial abordar cada uno con compromiso y determinación. La desigualdad estructural sigue siendo una realidad persistente y combatirla es esencial para garantizar un país más justo para todos. La reforma al sistema previsional es otro aspecto crucial, y espero que las partes interesadas puedan llegar a acuerdos significativos en el corto plazo. La equidad de género debe ser una prioridad, y es esencial garantizar que no haya retrocesos en los derechos sexuales y reproductivos, pese a las voces de oposición de ciertos sectores. Es fundamental fortalecer nuestra democracia, especialmente en el contexto de discusiones sobre una eventual nueva Constitución, que tiene el potencial de redefinir la esencia de nuestro pacto social. La seguridad sigue siendo una preocupación, y debemos encontrar soluciones a los desafíos en la macrozona sur. Por último, es imperativo abordar el fenómeno migratorio de manera humana y comprensiva, reconociendo que la migración es un derecho humano y que las personas buscan oportunidades y seguridad para ellos y sus familias. Por supuesto que debemos seguir fortaleciendo la democracia y promoviendo y protegiendo los derechos humanos

Uno de los pilares fundamentales para el futuro de Chile es la promoción de un crecimiento económico sostenible. No se trata solo de cifras macroeconómicas, sino de un desarrollo que tenga en su núcleo el bienestar de las personas y la protección de nuestro patrimonio natural. En este sentido, la inversión en innovación es vital. Debemos apostar por una economía del conocimiento, donde la investigación, el desarrollo tecnológico y la formación de talento sean protagonistas. La innovación nos permitirá diversificar nuestra economía, reducir nuestra dependencia de las materias primas y contar con soluciones que sean capaces de responder a los desafíos globales que enfrentamos.

P. ¿Qué es lo que más y menos extraña de su época como presidente?

R. De mi tiempo como presidenta, lo que más extraño, con cariño y nostalgia, es el contacto directo y diario con la gente. Tenía la oportunidad de escuchar y entender de primera mano las necesidades y sueños de nuestros ciudadanos. También valoro profundamente la posición única que tenía para implementar y llevar a cabo políticas públicas; medidas que no solo buscaban atender problemáticas inmediatas, sino también sentar las bases para un futuro más próspero y justo para todas las familias de nuestra nación.

Por otro lado, uno de los aspectos que realmente no extraño es la atmósfera a veces cargada y conflictiva en el ámbito político. La ausencia de una amistad cívica auténtica y la presencia de un clima político polarizado, que en ocasiones carecía de una visión estratégica y conjunta para el bienestar de Chile, eran desafíos constantes en la gestión diaria

P. ¿Cómo le gustaría que se le recordara a usted en medio siglo más?

R. Cuando la gente mire hacia atrás dentro de medio siglo, mi deseo es que me vean como una líder apasionada y comprometida con la equidad y la justicia, tanto en Chile como en el mundo. Espero que las futuras generaciones reconozcan los esfuerzos que realizamos para construir una nación más inclusiva, donde cada individuo, sin importar su origen, género, religión o condición socioeconómica, tuviera las mismas oportunidades de prosperar. Desearía que se recordaran no sólo las decisiones políticas, sino también los momentos en que nos levantamos frente a los desafíos, en que escuchamos las voces de aquellos que eran ignorados, y en que trabajamos incansablemente para cerrar las brechas de desigualdad. Por encima de los logros tangibles o de los reconocimientos, mi mayor aspiración es ser recordada como una figura que, en tiempos difíciles, nunca perdió la fe en el poder transformador del servicio público y que dejó una huella inspiradora, motivando a generaciones futuras a trabajar con el mismo fervor y convicción en pro de un mundo donde reine la justicia, la solidaridad y la empatía.

Sebastián Piñera

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Fue el primer presidente de derecha tras el retorno a la democracia en 1990. Sebastián Piñera (73 años, Santiago) era presidente para los 40 años del golpe de Estado en 2013, donde habló de los “cómplices pasivos” de la dictadura, en referencia a los civiles, lo que representó un fuerte remezón en su sector político. Gobernó entre 2010 y 2014 y, luego, entre 2018 y 2022, por lo que le tocó enfrentar el estallido social de 2019 y la pandemia.

P. ¿Qué le gusta y qué no le gusta del Chile actual?

R. Me gusta el carácter de su pueblo y el temple de su alma. Somos un país forjado por las adversidades. En Chile todo lo hemos conquistado con esfuerzo, trabajo y dolor. También con fe, voluntad y esperanza. Fue así como recuperamos nuestra democracia a fines de los ochenta. Fue así como reconstruimos nuestro país después del devastador terremoto de febrero de 2010. Fue así como rescatamos a nuestros 33 mineros atrapados en las profundas entrañas de una montaña en el desierto de Atacama. Y con esa misma determinación, enfrentamos la pandemia del coronavirus, en que Chile fue uno de los líderes en vacunar y proteger la salud y la vida de su población.

No me gusta la deriva que estamos experimentando hacia la demagogia, el populismo y la irresponsabilidad en el debate público, algo que es más propio de las élites que de la ciudadanía. Tampoco me gusta el debilitamiento de las ganas, voluntad y capacidad de transformar a Chile en un país verdaderamente desarrollado. Con un desarrollo integral que incorpore cuerpo y alma. Con un desarrollo inclusivo que comprenda a todos sus habitantes. Y un desarrollo sustentable, respetuoso con la naturaleza, el medio ambiente y las futuras generaciones.

P. ¿Cómo llega a Chile a los 50 años del Golpe de Estado?

R. Llega con una herida aún no sanada. Hace 50 años, con el golpe de Estado, murió nuestra democracia. Pero no fue una muerte súbita y sorpresiva. Nuestra democracia venía enferma de mucho antes, enferma de la violencia y el odio impulsados por sectores de izquierda a fines de los sesenta e inicios de los setenta. Enferma de la falta de respeto por nuestra democracia y Estado de Derecho. Y enferma por la grave crisis política, económica y social, provocada por el Gobierno de la Unidad Popular.

El golpe de Estado del 11 de septiembre de 1973 fue el desenlace previsible, pero no inevitable, de un país profundamente dividido y enfrentado. Después de todo, una casa dividida no puede prevalecer. Con el golpe de Estado surgió un gobierno militar largo y no democrático, que si bien hizo importantes y valiosas modernizaciones, incurrió en graves, reiteradas e inaceptables violaciones en los derechos humanos y restricciones a las libertades, que no se justifican en ningún tiempo lugar o circunstancia.

El año 1988, mediante el plebiscito del sí y el no, Chile inició un proceso ejemplar que nos permitió recuperar nuestra democracia, que es la forma natural de vida del pueblo chileno desde el inicio de la República. También nos permitió recuperar nuestras libertades, el respeto a los derechos humanos e iniciar un período de grandes avances y logros en todos los ámbitos de la vida nacional.

P. ¿Cuáles son los principales desafíos del país de cara al futuro?

R. Hacia el futuro Chile enfrenta grandes problemas y oportunidades, los que representan sin duda profundos desafíos para nuestro país.

Entre los principales problemas: abordar la grave crisis de seguridad pública, haciendo retroceder a la delincuencia, el crimen organizado, el narcotráfico y el terrorismo, que en los últimos años han avanzado demasiado y han causado un enorme daño a la sociedad chilena. Darle más tranquilidad y seguridad a nuestros compatriotas es hoy el principal desafío que tenemos como país.

Mejorar la calidad de la política y fortalecer las instituciones democráticas. Mejorar la calidad de la educación y compatibilizar mejor el mundo de la familia con el mundo del trabajo. Incorporarnos en plenitud a la nueva revolución tecnológica de la inteligencia artificial, la computación cuántica, la robótica, y la sociedad del conocimiento y la información. Esta nueva sociedad es muy generosa con los países que quieran abrazarla e incorporarse, pero indiferente e incluso cruel con los países que le dan la espalda.

Volver a crecer y crear buenos empleos a partir de una estrategia basada en energías limpias y renovables, como la energía del sol, el viento y el hidrógeno verde. Desarrollar la minería sustentable (tenemos abundante litio, cobre, cobalto y tierras raras) nuestro gigantesco potencial astronómico, nuestros laboratorios naturales, nuestra capacidad para ser una potencia agroalimentaria y, sobre todo, desatar las fuerzas de la libertad que potencian nuestra capacidad de imaginar, crear, innovar y emprender. Derrotar la pobreza y avanzar hacia una sociedad más justa y con mayor igualdad de oportunidades.

Y para lograrlo, nada une y motiva tanto a un pueblo que un sentido de misión compartida, con un proyecto noble, ambicioso y viable, en que todos tengan un lugar para aportar al desarrollo y un lugar para participar de los beneficios del progreso.

P. ¿Qué es lo que más y menos extraña de su época como presidente?

R. Dejar la presidencia me ha producido sentimientos encontrados. Por una parte, un sentimiento de libertad de poder hacer tantas cosas que durante tanto tiempo no pude hacer. Familia, amigos, cultura, deportes, viajes, lecturas, experiencias. Y por otra, un sentimiento de nostalgia por la nobleza del servicio público y por no haber podido seguir impulsando tantas ideas y proyectos para Chile que merecen llegar a buen puerto.

Hoy estoy trabajando para ser un buen expresidente que aporte a una mayor unidad del país y una mejor calidad del debate público. También me he involucrado nuevamente con proyectos familiares como Fundación Futuro, Fundación Tantauco, Fundación Piñera Morel y Fundación Avanza Chile, dedicadas al mundo de la cultura, la conservación, la educación, la niñez vulnerable y las políticas públicas. Finalmente, hemos organizado el Grupo Libertad y Democracia, cuyos miembros fundadores son presidentes y expresidente de Iberoamérica y cuya misión es defender y promover las libertades y la democracia en nuestro continente.

P. ¿Cómo le gustaría que se le recordara a usted en medio siglo más?

R. Me gustaría que me recordaran como una buena persona, un hombre de familia, que creía en Dios y quería a su patria y a su pueblo. Un presidente, que más allá de sus muchos defectos, nunca bajó los brazos frente a las dificultades y las adversidades. Por el contrario, siempre luchó con pasión por sus ideales y lo que creía justo y bueno para Chile. Una persona que en política siempre privilegió el diálogo y los acuerdos. Que como presidente buscó hacer de Chile un país más libre, próspero y justo. Y que en los momentos más oscuros de la adversidad siempre supo ponerse de pie, secar las lágrimas, arremangarse las mangas y seguir luchando.

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