Dora Bardavid apareció dibujada en Argentina por primera vez el 10 de noviembre de 2007. Tenía entonces 16 años. Su pasaporte consignaba que había nacido en París en 1942, que parte de su infancia transcurrió en Marruecos, que dominaba varios idiomas (francés, ladino, y árabe) y que en 1959 se había trasladado a Berlín para trabajar como archivista en un depósito de clasificación de documentos: el Berlín Document Center. Allí su tarea era inventariar las actas e informes capturados a los nazis al final de la guerra.

Pero, ¿qué hacía esa adolescente de papel y tinta metiendo los ojos en semejante tarea? Una de las respuestas las ofrece el origen de su nombre: refiere al campo de concentración de Mittelbau-Dora en Turingia, donde los nazis asesinaron en 1943 a su padre. Desde entonces, y gracias a la creación de un archivo paralelo y personal de muy diversos elementos, Dora se sumó a muchos hombres y mujeres del mundo que rastrean desde el fin de la Segunda Guerra a los responsables y partícipes del nacionalsocialismo. Pero ser una cazadora de nazis, no es una tarea sencilla.

Aquel primer dibujo de Dora que conocieron los lectores argentinos en 2007 (cara redonda, pelo negro apenas crecido, estatura media, delgada, y con una inocencia melancólica casi nouvelle vague en sus ojos siempre abiertos) apareció en las páginas de la revista Fierro número 13. El dato es importante porque en aquella edición –donde la publicación inauguraba su segundo año de vida junto a Página/12–, se proponía un cambio de rumbo. Postergaba las historietas de corte experimental para darle mayor relevancia a las historietas de narrativa más clásica, evidenciando así las dos líneas en disputa, entre lectores y autores, que convergían en la publicación.

Ese giro le abrió las puertas al joven dibujante Ignacio Rodríguez Minaverry, alumno de Luis Scafati y de Pablo Sapia, que por entonces tenía como únicos antecedentes varias ilustraciones para libros médicos (cirugía pediátrica y anatomía), algunas publicadas en la revista La mujer de mi vida, y otro poco más para el libro Schopenhauer para principiantes del sello Longseller. Aquel año –con una mujer electa por primera vez como presidenta, dato que no es menor en esta historia– Minaverry, como muchos otros historietistas, llegó a la redacción de la mítica revista con un puñado de historias bajo el brazo esperando su oportunidad.

Ignacio Minaverry

EL DIBUJANTE DESCONOCIDO

Alto, flaco, de pocas palabras y sonrisa breve, generalmente vestido de negro con campera verde oliva y un morral con pins de imágenes de marcas y bandas de rock de los años ‘60, este dibujante nacido en el barrio de Flores en 1978, sacó de una carpeta historietas aparentemente clásicas. Pero al desplegarlas, evidenciaban que también ellas eran parte del desafío predominante de la época: “contar de nuevo el mundo”. Su deuda con la llamada “línea clara” (herencia de la escuela franco-belga), matizada con el espíritu de quiebre de la escuela norteamericana, en especial la estética feminista que impusieron los hermanos Gilbert y Jaime Hernández en su famosa Love and Rockets. Atreverse a esas influencias hablaba de un dibujante que entendía que el concepto de clásico no es otra cosa que tensar lo formal hasta el límite de sus posibilidades, pero nunca romper el espejo, esa ilusión que se le ofrece al lector al contar una buena historia que pudo o no ser real.

Minaverry presentó en aquel 2007 una historia de largo aliento llamada Aleph-Alif, donde ya se asomaba una primitiva Dora en la Guerra de los Seis Días como escenario. Si bien el trabajo no prosperó en Fierro (“No era buena y hoy no encaja en la continuidad del personaje que hice después”, confesó Minaverry años más tarde), sí, en cambio se publicó, en agosto, una breve historieta titulada “Fábula tonta” (apenas cuatro páginas) que, desde el planteo, fue toda una novedad: una sirena se convierte en cantante para conocer a los hombres en tierra y, luego de hacerlo, decide volver a las profundidades del mar y olvidar la experiencia. Es decir: la brevísima historia de una mujer que elige su destino sin ataduras morales. La problemática femenina será un tema que atraviesa el resto de la obra que fue construyendo Minaverry a lo largo de los años. Los lectores de la revista pidieron, a través de mails, leer más de “aquel desconocido” dibujante.

“A mi contar corto no me sale”, le confesó a Martín Pérez en una nota para este mismo suplemento. “Más fácil es ir narrando lento para llegar despacio a donde sea que se quiera llegar”. Y eso fue lo que hizo Minaverry. Paciencia y trabajo. Dos meses después de la fábula volvió a la revista para por fin publicar a su Dora y compartir cartel con historietas como El hipnotizador de Pablo De Santis y Sáenz Valiente, Altavista de Calvi, El condenado de Mandrafina y Saccomanno, Gustavino de Lucas Varela y Carlos Trillo, y Roma & Lynch de Pablo Túnica, entre tantas otras.

Aquellas primeras ocho páginas de riguroso blanco y negro, estaban llena de detalles de una época (los años ‘60) y cargados de homenajes velados, algunos más evidentes que otros, como la cita a la película La caja de Pandora, de G. W. Pabs, con la inolvidable Louise Brooks, musa del cine mudo y de la historieta: inspiró a Guido Crepax para su Valentina y a Hugo Pratt para su Louise Brookszowyc. Todas señales que apelaban al corazón del género de aventuras y que le avisaban al lector cuál era en verdad el ADN de Dora. Tras la lectura de aquellas ocho primeras páginas, capítulos tras capítulo, la niña de Minaverry muestra cuál es su propósito: investigar y buscar a los criminales de guerra (lo hará de forma amateur y a veces desatendiendo el origen ilegal de las fuentes), convirtiéndose de esa manera en una cazadora de nazis.

A dieciséis años de su aparición, y ya con doce libros de sus aventuras publicadas y republicadas tanto en Argentina, Francia, Brasil como en España, nadie en mundo de la historieta local tiene dudas que Dora es el personaje más importante que dio la nueva corriente de dibujantes y guionistas surgida tras el páramo editorial que significó la década de los ‘90, y que se dio a conocer a partir de la reconstrucción política y social de 2003 en adelante. La reciente compilación Dora 1959-1962 (donde se reúnen las dos primeras historias (agotadas): 20840 y Rat-Line; junto a El año próximo en Bobigny; y Beit Mispath!), confirma la afirmación anterior.

DORA, SU HISTORIA

En 1956, con 14 años y viviendo en París junto a su madre, la inquieta Dora le escribe cartas a la joven Lieselotte Schmitz (Lotte) para aprender el idioma alemán y hacer amistad. Tres años después, mientras Lotte le cuenta que entró a trabajar en Berlín Document Center, Dora le anuncia que su tío León le regaló un viaje a donde ella quisiera y que el destino elegido es la capital alemana. Una vez en Berlín, en casa de Lotte, Dora también es contratada como archivista.

El contraste entre la juventud e inocencia de Dora y la Europa corrupta y agotada por los conflictos políticos a consecuencia de la reconstrucción del horror provocado por el nacionalsocialismo y sus seguidores (sumado a las tensiones mundiales de la Guerra Fría, y los procesos de descolonización en África y Asia) conforma una plataforma de lectura imposible de eludir al momento de comprender el mundo en el que se mueve la niña creada por Minaverry.

En un principio Dora observa los procesos políticos y sociales a su alrededor desde una mirada edénica: quiere aprender. Luego, y a medida que pasan por sus dedos las fichas con los datos y testimonios de las atrocidades cometidas por los nazis, su objetivo es descubrir. Su mirada se endurece y en ese proceso de maduración Dora toma posición en el tablero ideológico de la época que le tocó vivir: descubre la crueldad del mundo mientras el mundo se lava su rostro lleno de cenizas de hombres e ideas muertas. Todo es nuevo para Dora: el pasado y su propia historia, y los libros y revistas de los pensadores que pasan por sus manos y por las de sus compañeros: Frantz Fanon, Camus o el mismísimo Sartre.

Uno de los tantos aciertos de Minaverry es no haberse quedado en la superficie de los hechos políticos y llevar a su personaje al terreno de los verdaderos cambios sociales. Cualquier lector de Dora advierte rápidamente que las fuentes de información que maneja el dibujante no son los manuales históricos ni las wikipedias infernales, sino los diarios y revistas de la época que proporcionan al lector y al personaje Dora, detalle de vida sociales que le dan aires a la historia. Son tantos los matices de análisis que ofrece Dora que, por su complejidad, recuerdan en importancia a Alack Sinner. Desde la aparición de aquel detective de Muñoz y Sampayo la historieta argentina no tenía un personaje tan fuerte, complejo y rico de análisis como Dora Bardavid.

Después del cierre del archivo, Dora regresa a Francia, donde pasará a formar parte de una troupe de amigos en un barrio obrero como Bobigny. Dora sale del encierro, del pasado y del análisis, y comienza a palpar la realidad, el presente se le viene a los ojos. Los movimientos de liberación, el comunismo, y la libertad en las relaciones. Deja de ver la historia para vivirla. Y de esa manera Dora se convierte en una testigo del nuevo paradigma que pugna en aquellos años: el rol político de la mujer en las decisiones de Estado y su hartazgo a las ataduras de los modelos morales. Dora vive la revolución del mundo al ritmo de sus hormonas.

Minaverry explica por qué decidió que su personaje viviera en la década del ’60: “Elegí esa época por razones de preferencia estética. Me gusta la evolución de estilos que hay en toda la década, porque se habla de ‘los ’60’ pensando más en el ’67, ’68, pero los primeros ’60 eran muy distintos en absolutamente todo. Pero también por ser la época en que fue el rapto de Eichmann. La historia de Dora iba a basarse en eso al principio. Con el tiempo se amplió el foco a la cuestión judicial. En realidad, los años ’60 fueron un momento complicado para la búsqueda y enjuiciamiento de nazis prófugos, porque una década antes todo el mundo se quiso olvidar del nazismo y el quiebre recién se empezó a dar a fines de la década siguiente. Hubo mucha impunidad en aquellos años, lo que también le da un aire de frustración a la búsqueda de los personajes, pero también hubo momentos de justicia. Quiero que eso quede reflejado en la historieta y, también, complejizar los estereotipos, tanto los que existen en la representación de esta época como los que hay en la representación del nazismo en la posguerra: el clásico mito de Hitler escapándose en submarino y fundando el Cuarto Reich en la Patagonia o en la selva Amazónica”.

DORA, UN MODELO

Dora es una historieta de iniciación. Por un lado de aprendizaje personal (su propio pasado, su identidad, su sexualidad) y por otro la historia de la iniciación de una generación: la juventud del ’60. Todo es veloz en la vida de Dora, como en la historia del mundo de aquellos años. Al abandonar la inocencia emprende el camino del conocimiento y afloran los deseos y los gustos propios, enfrenta su sexualidad (prefiriendo las mujeres) y advierte de las infinitas violencias que encierra el amor. Esos tres planos de conocimiento (política, identidad y deseo) atraviesan las aventuras de Dora. Pero, ¿de dónde sale esa chica, de qué modelo?

Explica Minaverry: “Se me aparece en 2003, pero era un personaje muy distinto y fue cambiando mucho hasta convertirse en la Dora actual. Al principio iba a ser una especie de Columbo, más tarde también fue una espía glamorosa, al final por suerte terminó siendo una chica común y corriente. Dora no tiene un modelo específico. A mí me da la sensación de que en un comienzo yo dibujaba muñequitos, pero acompañando su evolución traté de hacer personajes más humanos, en sus caras, su gestualidad. Como cazadora de nazis estaría más cerca de Simon Wiesenthal que de Beate y Serge Klarsfeld, en el sentido de que los Klarsfeld eran más ‘tirabombas’. Igual sigue evolucionando como personaje y va siendo cada vez más pragmática. Lotte, su amiga, va de a poco siguiendo otro camino más radicalizado, pero las dos van a terminar trabajando juntas en el futuro a pesar de sus diferencias. Hay otros personajes cuyo modelo sí es gente real, como Beatrice Roubini, que está parcialmente basada en la abogada Gisèle Halimi, o un personaje que aparece poco, Schlesinger, que es Wiesenthal. Había mucha interna entre los cazadores de nazis y es interesante encarnar en distintos personajes esas diferencias que tenían”.

Dora, la historieta, está sostenida no sólo por la sabiduría narrativa de Minaverry (esa ostensible lentitud a contrapelo de lo que dicta el género, esa necesidad de hacerle entender al lector que la historia que realmente importa está en los detalles) sino también por un sólido basamento histórico. En cada una de las historias de Dora hay un evidente trabajo de documentación grafico pocas veces visto en la historieta actual (por ejemplo: la reconstrucción de los escenarios urbanos, con el acento deliberado en “las diferencias de clases” de arquitectura que conviven en diversas zonas de las ciudades), y hay, sobre todo, un tratamiento casi obsesivo de los detalles históricos que son insertos en la acción de tal manera que nunca aburren, siempre suman. Saber contar es también ayudar a mirar, y eso hacen las historias de Minaverry: ayudan a entender que la lectura de las historietas dependen de un lector que sea capaz de darle tiempo a que cada viñeta, cada cuadra, le revele sus secretos.

Comenta Minaverry sobre las lecturas que hay detrás de la creación de Dora: “Uso libros pero también textos académicos que voy encontrando, no solamente sobre la Shoá sino sobre los genocidios de homosexuales y gitanos. Pero los cuatro libros que más influyen la escritura de Dora son Eyewitness to genocide de Michael S. Bryant; El trauma alemán de Gitta Sereny; Cazadores de nazis de Andrew Nagorski; y Memorias de Beate y Serge Klarsfeld. También es muy importante el informe de la CEANA, que está online”.

Y EN ESO LLEGÓ EL PERONISMO

En la segunda parte de Dora 1, titulada Rat-Line, Dora viaja a Argentina. Una vez hecho contacto con un supuesto agente de la Mossad, llega al pueblo de ficción de nombre Vivar donde se encontraría viviendo el asesino Josef Mengele. Aquel viaje es un gran momento en la vida del personaje, porque por primera vez comienza a entender cuál es la lógica y los procedimientos de quienes investigan y buscan pistas de los criminales nazis.

Para esta larga historia, Minaverry realizó diversos viajes al interior de la provincia de Buenos Aires en busca de documentación. Así lo explica: “Eran viajes que hacía a la zona de Tornquist y Bahía Blanca, para pasear y sacar fotos que luego usé como modelo para inventar el Pueblo de Vivar. Vivar es una mezcla de varios pueblos: Tornquist, Saldungaray y Tres Picos. No me acuerdo por qué se me ocurrió inventar un pueblo, creo que para poder tener más libertad creativa. Es algo que no hago más, ahora me resulta más divertido usar lugares reales como escenario de las historias”.

Lo cierto es que en Vivar, donde se encuentra una amiga de Dora y quien le facilita casa y comida, nace un nuevo relato que tiene al peronismo como protagonista. En ese pueblo de campos, alambres, silos y calles de tierra, las tensiones de la Argentina en aquel período están presentes hasta en los muros (en uno de ellos se lee “Framini-Anglada, Perón a la Rosada”, fórmula de la Unión Popular en la que se encolumnó el peronismo proscrito para poder participar, en 1962, en las elecciones de la provincia de Buenos Aires). Y, claro, está presente el antiperonismo (un poblador niega el nombre de Evita) junto a los grandes camelos acerca de los nazis y Perón. La visita de Dora a la Argentina no es inocente. Por un lado, a través del viaje de su personaje, Minaverry se permitió hablar/dibujar de la impronta gráfica del peronismo (los autos, las publicaciones, etc.), y de la realidad política en aquellos años 60s; y por otro lado el dibujante se dio el gusto de formar parte del momento de “resonancias” políticas que vivió la Argentina entre 2007 y 2008, años en que Dora apareció dibujada en la revista Fierro. Fueron momentos en que el peronismo era “reconfigurado” por la sociedad y, como tema, dejaba huellas grabadas también en las historietas que se creaban en aquel entonces. Era notorio observar en Fierro cómo se cruzaban historias (directa o indirectamente) acerca del peronismo. Clima de época se le llama, y la aparición de Dora como personaje no estuvo ausente de ello.“La aparición de la resistencia peronista en Rat-line se debe a que quería mostrar al peronismo de una manera más compleja, en vez de simplemente repetir el mito del peronismo como la versión argentina del nazismo”, cuenta Minaverry. “El dato curioso es que yo en esa época todavía no era peronista, me fui haciendo peronista de a poco después de investigar para esa historia y a raíz de dos luchas que estaban teniendo lugar en el país en esa época: el conflicto del campo y la ley de medios”.

Por este motivo, el contexto en que aparecen las historietas (casi siempre ligadas a publicaciones periódicas) nunca debe ser olvidado. Como en el caso de Dora, la creación y su lectura original están teñidas por los aires del momento de publicación. Curiosamente, la mayoría de las editoriales que luego recopilan esos trabajos en libros tienen la costumbre de borrar esa marca original. ¿Acaso es un recurso para no evidenciar que el porcentaje de obras producidas por las editoriales es mucho menor al porcentaje de trabajos que republican y que fueron concebidos para otros medios, llámese revistas o la web?

Esta recopilación de cuatro aventuras de Dora, incluye a Beit Mispath! que, cronológicamente es la última de las historias dibujadas por Minaverry (2020-2021) pero que se conecta en tiempo (1961) con el resto de la saga de Dora. Es una historia coral donde se plantea, a través de ocho escenas distintas de ocho personajes distintos (algunos conocidos y otros por conocer) un dialogo mudo entre ellos, mientras se lleva a delante el juicio a Adolf Eichmann en Jerusalén. Todos se ven afectado de una u otra manera por ese hecho trascendente. “Nadie es una isla”, decía con razón John Donne, y los versos de su poema quizá sean los que deben sonar como grandes campanas mientras Dora crece y persigue por el mundo aquellos que lo quisieron destruir.

Portada de la nueva edicion de Hotel de las Ideas

> Las historias reunidas en Dora 1959-1962

DE BERLÍN A BUENOS AIRES 

20.840

Ésta es la primera aventura de Dora. Narra la llegada de la joven a Berlín en 1959 y cuenta sobre su trabajo con documentos capturados a los nazis al final de la guerra. Allí se entera que esa cifra es el número de prisionero que tuvo su padre, Iakó Bardavid, en el campo de concentración. Al mismo tiempo Dora deja de ser una niña y se convierte en testigo del inicio del amor sexual de su amiga Lotte, y también de su primer desengaño. En soledad Dora comienza a armar su propio archivo con fotografías y recortes y a pensar en sus propios deseos. Esta primera parte de Dora 1 (junto a Rat-Line) se editó en 2007 de forma seriada en Fierro y luego como libro en Argentina, Francia, Brasil y España.

Rat-Line

Es la segunda parte de Dora 1. El nombre de esta extensa aventura, traducible como La ruta de las ratas, designa al sistema de escape utilizado por los jerarcas que consiguieron huir de Alemania. Aquí se cuenta el regreso de Dora a Francia y su mudanza al barrio obrero de Bobigny donde conocerá a sus amigos Odile y Didouche, estudiantes comunistas. Toma contacto con cazadores de nazis y emprende un viaje a la Argentina en busca de Mengele al pueblo imaginario de Vivar. Su archivo personal crece gracias a los envíos de información que hace su amiga Lotte.

El año próximo en Bobigny

Se la conoce como Dora 2. Transcurre en el año 1962 en Francia. Dora se hace de más amigos: además de Odile y Didouche, conoce a la gitana Geneviève Jundt, con quien tendrá un romance. También conoce a la abogada Beatrice Roubini quien recopila información y la envía a la Oficina Central para la investigación de los crímenes del nacionalsocialismo en Ludwigsbug, que se ocupa de los crímenes de los nazis fuera del territorio alemán. Roubini será una figura central en la vida de Dora porque le explica que esa tarea nada tiene que ver con las películas, sino con el trabajo rutinario de buscar y buscar hasta el agostamiento una posible huella de los asesinos entre miles de papeles. Mientras tanto, Dora ayuda a Odile a superar una situación delicada. Dice Minaverry: “No cambiaría la manera en que traté el tema del aborto de Odile, me sigue gustando”. Se publicó seriada en Fierro en 2010 y luego tuvo ediciones en libro en Francia y Argentina.

Beit Mispath!

Esta es la última historia de Dora que creó Minaverry, en 2020-2021 para la Fierro en su edición web. Cronológicamente es un episodio que transcurre entre Dora 1 y Dora 2. Se narra en ocho historias cómo distintos personajes vivieron en 1961 el juicio a Adolf Eichmann en Jerusalén, y fundamentalmente qué pasó en sus vidas aquel día de la audiencia nº 68 donde el testigo Yehiel Dinur se desmaya, sin poder terminar con su testimonio. El título de esta aventura designa el grito que marca la llegada de los jueces.