Laucha era el más chico de los nueve hermanos, y el primero que iba a terminar la secundaria para ir de “embarcadizo”, es decir, ingresar en la Marina Mercante para estudiar de navegante. Lautaro Rosé estuvo varias veces a punto de viajar a Buenos Aires, pero no se dio. Era de Boca y jugaba al fútbol hasta que se lesionó.

Teresita Roca es militante feminista y profesora de Castellano y Literatura. “Nos impacta este nuevo crimen de la policía más violenta del país, la de Corrientes. Sabemos cómo son nuestros pibes, él no era un chorro. Y vamos a suponer que hubiese sido, sabemos el impacto que tiene un joven fuera del sistema, también nos dolería. Pero él estaba dentro del sistema, tiene una familia, iba a cuarto año y estaba estudiando. Nos decía que lo llamemos Laucha. Era muy querido en el Colegio Iberá”.

Lautaro era voluntario en el merendero Abuela Rosario, del Frente Popular Darío Santillán Corriente Nacional. “Hacía la leche y chipacuerito (tortas fritas) para los chicos, estaba con gente que quiere dar vuelta todo y son los que ahora quieren salir a reclamar justicia. Mi hermano no andaba al pepe, era un trabajo de ayudar cinco horas, un compromiso para él, a la noche se iba a picar verdura, cortar carne, a las nueve ponía la olla, y además estudiaba”, dice Matu Rosé.

Lautaro, con barbijo blanco, en el merendero.

María Monzón conoció a Lautaro en el merendero, que está enfrente de su casa. “Además de la merienda y la cena hacíamos higiene en la calle, tenemos una huerta comunitaria y de ahí sacamos las verduras, era un militante de barrio. Era muy humilde y responsable en su trabajo, le decíamos a tal hora se pela la papa y él estaba. Muchos hacen estereotipos por ser pobre pero no ven la realidad de la persona, y todo lo que podemos hacer unos por otros”. El Abuela Rosario es un merendero comunitario para ochenta familias, los chicos concurren y llevan su jarra de comida a sus casas. María define que son socialistas y pacíficos. “Acá se pide respeto y con él era mutuo, así se construye una familia y una sociedad mejor”. Caminos que se cruzan, en la casa donde hoy funciona el merendero vivió Francisco Escobar, uno de los cartoneros asesinados en el puente Belgrano durante la represión de Gendarmería en diciembre de 1999.

María se acomoda bajo un lapacho y cuenta que el barrio está partido de dolor. “Conmocionados de tristeza estamos, no estaríamos así si hubiese sido un chico malo, un chico trabajador tiene derecho a salir un domingo a tomar su aire fresco, a la cancha, a hablar de lo que ellos quieran, sus cosas de adolescente. Fue muy feo lo que pasó, yo como persona mayor estuve muchas veces sentada en la Costanera, y la policía me dijo ‘terminó el horario de estar acá’. Tuve que levantarme con mi marido y salir de ahí, y cuando me di vuelta vi que entraban otras personas. Pensé que tendrían permiso. Después me di cuenta que era sacar a los de baja sociedad para poner a los de alta, es pisotearnos, como si fuera que no somos personas. Están privatizando todo. Tengo furia, si la saco me voy a ir de boca”.

Lautaro Rosé tenía en uno de sus hombros el tatuaje del Gauchito Gil. “No sé nadar”, gritó la madrugada del lunes pasado, pero en la orilla los policías estaban muy ocupados golpeando a su amigo. Lo dejaron morir, amenazaron al amigo y ocultaron en silencio lo sucedido. Por eso estuvo desaparecido, su familia acampó en el lugar donde aparecieron sus zapatillas y no lo encontró ningún uniformado. Otra vez, no lo halló el Estado sino unos pescadores malloneros en la ribera del barrio Virgen de los Dolores.