Un aluvión de historias de Maradona cae sobre nosotros. Casi su vida misma condensada en un minuto o una foto. Es su primer cumpleaños sin él y Diego nos invade otra vez con la marca de su humana desmesura. Nos impone una narrativa continua, como en las sagradas escrituras. De un ícono de la cultura popular no podría esperarse otra cosa. Es aquello que Mario Benedetti semblanteó en su poema Hoy tu tiempo es real: “…tus ojos todavía no están viejos/ y miran sin mirar más de la cuenta…”. Omnipresente, nos observa y guía cada debate sobre la esencia futbolera, desde donde construyó su mito. Pero además –y por sobre todas las cosas– sobre las causas en las que se prodigó siempre.

Señales de esas luchas que acompañó quedaron sembradas por cada rinconcito del planeta. Ocho meses antes de su muerte rubricó su compromiso con los Derechos Humanos en un mensaje de Instagram: “Hoy es el Día Nacional de la Memoria en Argentina. Mi respeto a las madres, abuelas y familiares que aún siguen luchando por justicia”. Fue su último 24 de marzo. Una fecha en que demostraba todo su amor por el pañuelo blanco, el significante más nítido de los DDHH. Algo que nunca le perdonó la derecha cómplice del terrorismo de Estado. Cada mensaje solidario de Maradona a los organismos era como un gol de tiro libre al ángulo. En el arco de los genocidas que defendía Videla.

Taty Almeida, de Madres de Plaza de Mayo Línea Fundadora, le cuenta ahora a Diego, como si le hablara al oído: “Sinceramente y cuando nos dejó en ese viaje sin retorno, el mundo se vistió de luto. Es, fue y será el Diez, el genio. Con mucho, pero mucho cariño, lo estamos recordando. Y como yo estoy segura, tantísima gente. Así que realmente, querido Diego, estés donde estés, que te llegue mi cariño y mi admiración, porque siempre estuviste al lado en la defensa de los derechos humanos y nunca te olvidaste de tu origen. Eso es algo tan importante. ¡Diego, feliz cumpleaños! ¡Chau…!”

Cuando se multiplican los homenajes en su nombre y también las palabras de gratitud hacia él, no deberían olvidarse las suyas. Porque también explican esa relación indisoluble y curtida por los años que Maradona mantuvo con Madres, Abuelas, HIJOS y Familiares. Cuando dirigía a Gimnasia, conoció a Taty en el predio de Estancia Chica. En un momento dijo: “Si es necesario, paro la práctica para saludarla”. A Estela de Carlotto, la presidenta de Abuelas, la recibió en Pretoria, durante el Mundial de Sudáfrica 2010. Ella se presentó en la pausa de una práctica: “Hola, Diego, acá una abuela de Plaza de Mayo te saluda”. Diez años después, él recordaba aquel encuentro y se lo agradeció. Le escribió cuando cumplió 90 años, el 22 de octubre de 2020: “Siempre voy a llevar este abrazo en mi corazón. Sos ejemplo de lucha y orgullo argentino”. También festejó cuando Estela recuperó a su nieto Guido en agosto de 2014.

El 2 de noviembre de 2019, Diego se abrazó una vez más con Hebe de Bonafini antes de un clásico entre Gimnasia y Estudiantes. La presidenta de Madres de Plaza de Mayo estaba en la platea baja del estadio tripero. Maradona, técnico de su equipo, se desvió unos pasos en el camino hacia el banco de suplentes y le regaló una camiseta del Lobo autografiada: “A Hebe con amor”, decía. Ella lo recordó sacudida por el dolor cuando partió: “Siempre fue leal a sus principios y se enfrentó a los poderosos. Siento que se fue un imprescindible” y lo comparó con Fidel Castro y Néstor Kirchner.

Maradona envolvió con su solidaridad y cariño a madres y abuelas con la misma fuerza que repudiaba a Videla. Solía contar lo que pasó con el dictador cuando recibió al campeón mundial juvenil del ’79 que él capitaneaba: “Aunque fuimos los campeones del mundial juvenil de 1979, el botón de Videla nos usó de ejemplo. Nos hizo cortar el pelo y hacer el servicio militar. ¡Y eso que le trajimos la copa del mundo de Japón!”. Aquel momento de tensión en la Casa Rosada lo describió José Luis Lanao, hoy columnista de este diario y uno de los integrantes de aquel equipo: “Unos minutos después se hizo el silencio y desde el fondo del salón apareció la figura delgada de Jorge Rafael Videla. Se acercó y nos estrechó la mano uno a uno. El infierno se presentaba ante nosotros”.

Carlotto ubica en una dimensión afectiva a esa presencia constante de Maradona: “El cariño de Diego nos fortaleció y nos ayudó a luchar”. Un argumento que demuele especulaciones, reacciones que por lo general provienen de los detractores de una tradición de lucha por los Derechos Humanos que tiene a la Argentina como un modelo a imitar. El amor a las luchas de los pueblos –aún salpicadas por sus contradicciones personales, aunque no de clase– y su rebeldía plebeya, es la simbiosis perfecta que explica una buena dosis de nuestra argentinidad a partir de Maradona.

La agrupación HIJOS reconoció en él cuando falleció a “un puño en la cara del poder. Fue el potrero, la camiseta tatuada, la canción, la bandera, el himno. Hoy a Diego se lo recuerda, se lo llora y se lo baila. La zurda más amada del mundo, hizo, dijo y luchó. Para adentro y para afuera. Ante los de todos los tamaños”.

Si se trata de los hijos y su tradición de lucha, Diego Junior, el mayor de los Maradona, insinúa ese camino. Periodista deportivo y entrenador nacido en Italia, tiene 35 años. Es un tanto más chico que los 300 nietos que todavía buscan las Abuelas. En marzo de este año se sumó a la campaña por encontrarlos desde Roma. Le habían otorgado la nacionalidad argentina en la embajada y comentó: “Mi viejo nos contagió siempre ese gran amor por la Argentina, por su gente y por su país”. El hijo primogénito de Diego es una de las tantas voces que hoy son su voz.

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