sábado, 20 de febrero de 2021

Carmen Guzmán Cedeño-Venezuela/Febrero de 2021


 

Una y otra vez el mar  ciñe

sobre mis pies descalzos

sus algas verdes.

 

La playa y su manglar se alejan

de la profundidad del mar.

Cruza delante de mí la sombra

blanca de una gaviota,

donde la brisa me trae su canto

Para enredarse en mí pelo

Y ahí se anida.

 

Un tibio ocaso se oculta

en mis pupilas y una cómplice

ola juega a subir mi falda

húmeda de sal y ausencia.

 

Le cuento una historia al viejo madero

que cruje en la orilla.,

al fuerte oleaje que salpica al risco.

 

Puedo intuirte en el batir de alas

del alcatraz que se aleja del embarcadero.

 

¿Es un adiós o un ya regreso?

 

 E n este dejo de soledad me permito

una lagrima, si, quizás el mar se escondió

 en mis ojos y se volvió llanto

en los arrecifes…

 

Tempestuosa ola a lo lejos, cual espejo

del faro,  en su resplandor te avizoro

signándome señales en la bruma.

 

Tus pasos siempre han calzado mis huellas.

 

Quebranta esta sosegada espera

Y frena con guijarros

el minutero del reloj roído que duerme

en la orilla del tiempo.

 

¿Cuéntame si aún es amarilla

la artemisa?

¿Si aún vez trinitarias floreciendo

entre mis dedos?

¿Dime si aún el mastranto suelta

Su aroma en el prado verde?

 

…Y entonces te diré cuanto duele

un beso si este sabe a ausencia. 

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