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Hoy a los 72 años, su transitar en la vida es apasionante, desde la adolescente que siguió la ola de la revolución cubana hasta la que hoy enfrenta con apasionamiento la revolución chavista.

Sebastiana Barráez @SebastianaB

Exclusivo para FronteraViva

Ella dice que no escribe como Neruda o Benedetti. Claro que no, porque en la poesía de aquellos escritores, no está la intensidad del dolor de la mujer de tres partos, que luchó porque sus hijos fueran adultos de bien, por lo que escribir tenía que esperar; tampoco tiene la poesía de aquellos, la marca de la rebelde que desde muy joven siguió el sueño por un país mejor, ni el arte de sobrevivir al naufragio que significa emigrar cuando su mundo se ve colapsado en el momento en que parecía el momento de solo escribir. A lo largo de los años hizo poesía entre los restos de emociones fuertes. Ahora reunió a varios de ellos en “Pies Desnudos”, el libro que Olga Chiquinquirá Díaz Díaz acaba de sacar a la luz y que puede adquirirse en Amazon.

Portada del libro Pies Desnudos

En Falcón, la consideran Paraguanera, aunque en realidad ella nació en el Zulia, exactamente en Coquivacoa, pero poco después de abrir los ojos, sus padres se la llevaron al vecino estado Falcón y por ello su infancia fue en un campo petrolero, el de la empresa Shell para la que trabajaba su padre Juan de Dios Díaz Guanipa al que llamaban Yoso.

En 1949 Olga María Díaz Aldama trae al mundo a Olga Chiquinquirá, “Olguita”, como todos la llaman, a quien caracterizó la irreverencia y su avidez por conocer temas más comunes en los adultos que en los niños. 

Es una luchadora a pesar de la adversidad, es una venezolana que en Bogotá la vemos tratando de no ceder a sus principios, a sus sueños. Se sienta frente a mí con sus ojos ansiosos por contar la historia de su libro, su poemario Pies Desnudos porque “representa la irreverente decisión de andar por la vida sin complejo alguno, a pesar de las críticas de una sociedad que se vende como avanzada, pero que sigue siendo puritana y apegada a ortodoxas reglas”, dice. 

Olga Chiquinquirá Díaz Díaz

Este logro lo recibe con especial alegría, “dándole gracias a Dios, a la editorial Sultana del Lago y con deferencia al poeta Luis Perozo Cervantes; asimismo, a sus lectores de siempre. La Dirección de Cultura del estado Falcón, nunca apoyó mi sueño de publicar. Entre mis amigos, había escritores prolijos, que contaban con todas las prerrogativas gubernamentales para publicar uno y otro libro, con cierta frecuencia”.  

Olguita expresó su afecto por la Revolución, por los guerrilleros de los años ´60, escribiendo, cantando y llevando en su voz todos los discursos que para esos tiempos ardían entre los jóvenes. “Douglas Bravo era el rostro de aquel sueño que atravesaba Cabure, llegaba a Iracara, y desde allí se erguía hacia otras zonas de la Venezuela que estrenaba su período democrático y que, sin embargo, era capaz de capturar, torturar y asesinar a dirigentes opositores”, reconoce Olguita. 

Tierra ajena

Desde que Olguita viajó para Bogotá, se considera desterrada, aunque no es el término correcto a su condición, pero es lo que interpreta del sentimiento que nace en ella cuando se alejó de su patria natal: “es desarraigo, lejanía, calor intenso, asfalto, trillas, lágrimas, frío, extorsión, agotamiento, abandono, soledad, dudas acerca de Dios, miseria espiritual. Es confundir el día con la noche, horas infinitas, hambre, ropita usada, techos improvisados, desesperanza”.

Hasta Bogotá llevó su bandera que enseña como símbolo de lucha incesante

Asegura que el trípode vida, libertad y poesía, conforman su esencia, su forma de sobresalir ante cualquier desafío. Su primer empleo fue en la Academia Venezolana de la Lengua, que le permitió conocer a escritores venezolanos de renombre, como Edgard Sanabria, Eduardo Arroyo Lameda, Uslar Pietri, Luis Beltrán Guerrero. 

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Expresa que sus hijos y nietos “son mi motor, mi combustible, mi ilusión de vida y mi conciencia”, y que sus hermanos son parte importante en ese recinto donde su alma se desborda en manifestaciones de amor.  

Se ve a sí misma como subversiva cuando la libertad esté en riesgo. “La Libertad es el sueño más elevado que ha de tener un ser humano digno. Es preciso que retomemos el amor patrio. Mi voz es un llamado a ese requerimiento urgente que la Venezuela decente está pidiendo a gritos”. 

De su estadía en un refugio de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), escribió:

“Espejos

En los refugios para venezolanos, no he visto un solo espejo, y eso ha llamado mi atención en lo superficial. Pero yendo a lo profundo, pienso que cada venezolano en diáspora es el espejo de su propio hermano, ya que en él ve reflejado el dolor del destierro, sus carencias, y el anhelo permanente de regresar al suelo patrio.

Somos espejos, uno del otro. Espejos sobre los cuales caen las lágrimas, en un silencio casi sepulcral”.

También hizo un poema que llamó “Niños en refugio” y que dedicó “A los niños que conocí en el refugio”, uno de ellos es:

Naza

¿Por qué lloras, Naza?

pregunté a Nazareth

y sin pensarlo mucho

respondió:

“Yo no sé”

Llora ahora

llora después

tal vez

se ha dado cuenta

que su país

está al revés”.

La niña que comía flores

Desde los cinco años aprendió a leer y escribir, guiada en sus primeras letras por su vecina, la hoy periodista Charo Pelayo, en una vieja máquina de escribir; ahí nace su deseo por pequeños cuentos, aupada por la maestra Ofelia en una escuelita casera, con una densa arboleda de acacias, cuyas flores la niña comía, aunque le causaban malestares estomacales. 

Olguita parece frágil, quizá por su cuerpo muy delgado, pero tiene fuerza en sus convicciones y es sensible hasta las lágrimas. En esta entrevista relata que “la época vivida en Campo Shell estuvo marcada por las noticias que comentaban mis padres, contrarios a la dictadura de Marcos Pérez Jiménez, para entonces en plano apogeo. A los 6 años no entendía el contexto político venezolano, pero sí me angustiaba los hechos que oía en voz baja. Me escondía detrás de las puertas, debajo de las mesas o las camas, para poder escuchar y enterarme de los últimos acontecimientos que tanto apesadumbraban a mi madre, quien lloraba y rezaba”.

Confiesa en esta entrevista  que “de noche se atemorizaba ante la presencia de los esbirros de la Seguridad Nacional que vigilaban su casa. Yo los veía a través de la cortina hecha de pequeños retazos cuadrados multicolores, algunos de organza”.

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A eso se le suma el impacto que le causó la fuga de uno de los vecinos Toledo, en el cajón del carro de su padre, quien lo trasladó a medianoche hacia una zona rural de la península de Paraguaná. “Ver atropellado sobre el asfalto a Tamacún, el perro de los Toledo y la muerte de José Alí, el hijo menor de la familia Isea, atropellado también”.

En el colegio Concordia, ubicado en la Puerta Maraven, además de la primaria y la Primera Comunión, Olguita se fascinó con la campaña “Un solo bolívar por la libertad de Cuba”, que cada viernes hacían a la salida de los trabajadores de la refinería Shell.

De ahí nació lo que Luis Perozo Cervantes plasmó en el Prólogo de Pies Desnudos: “Olga Díaz Díaz es un juglar guerrillero, es una cantante popular, la mujer que cambiaba el fusil por la guitarra y viceversa, una leyenda urbana, una esencia fantasmagórica e inspiradora que recorre cada poema con su carácter decidido e impetuoso. Olga está presente en cada idea, en cada palabra desplegada sin temor alguno a la censura, en cada canto, prefigurada como una versión mítica de sí misma”.

El joven poeta Luis Perozo Cervantes prologó el libro de Olguita, Pies Desnudos

Poema para Chema

Ante la pregunta sobre su adolescencia, dice de inmediato “estuvo muy influenciada por la revolución cubana, y por la lucha guerrillera que se libraba en las montañas venezolanas, comandadas por Douglas Bravo”, así que ella se plegó a todo lo significaba Revolución y eso le trajo grandes conflictos con sus padres que pertenecían al partido Acción Democrática, en ese tiempo en situación de clandestinidad.

Olguita relata cómo sufrió la separación de su primo Eduardo Díaz Suárez, cuyos hermanos mayores, Aurita y Jesús Alberto, eran guerrilleros. “Ahí quedó suspendida por largos años una relación afectuosa, de juegos y aventuras”, dice agregando que eran frecuentes las discusiones, los castigos y el asombro de sus padres ante los discursos de su hija, rebelde, irreverente, que protestaba contra el gobierno de Rómulo Betancourt.

Fue tal su compromiso con esa causa que acumulaba el dinero de sus meriendas para enviarlo a las guerrillas. “Guardaba con celo todas las notas relacionadas con los movimientos guerrilleros en el país, y sobre todo, en las montañas de Falcón.

Olguita adolescente en el Liceo Mariano de Talavera en 1963

Cuando Olguita tenía 18 años, ocurrió el asesinato del guerrillero José Manuel “Chema” Saher, lo que le impresionó significativamente. De ese sentimiento escribió un acróstico que en parte de los versos dice: 

“Chema: 

Sola está la guerrilla porque te vas 

A tierras muy lejanas y ya no habrá 

Hombre con bríos, valeroso y capaz 

El mandato de tu voz no se oirá 

Ráfaga de valentía, duerme en paz”.

Olga Chiquinquirá Díaz Díaz no ha dejado de ser la rebelde de entonces, la irreverente niña que comía flores. Le pregunto ¿Qué agregaría a Pies Desnudos? “Más poemas. Muchos escritos quedaron encerrados bajo llave cuando escapé una tarde del infierno”, responde. 

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