El músculo más relevante en el tenis profesional es el cerebro. Por supuesto que el trabajo físico-táctico, las piernas y el talento para pegarle a la pelota son aspectos importantes, pero la influencia de la mentalidad resulta cada día más preponderante: el crecimiento del deporte a nivel mundial provoca un incremento proporcional en la presión que deben afrontar las grandes figuras.

El sistema obliga a las estrellas a estar siempre preparadas para ganar, facturar, ganar más, facturar más, cumplir con las obligaciones contractuales, ser un vehículo hacia la gente y transmitir un bienestar constante. Aunque sean atletas de elite internacionales, sin embargo, también pueden fallar. Y cuando fallan aparece la presión. El caso Naomi Osaka resultó elocuente al respecto.

Número dos del mundo y ganadora de cuatro Grand Slams, la japonesa había avisado que no brindaría conferencias de prensa en Roland Garros para cuidar su salud mental. Ganó el debut ante la rumana Patricia Maria Tig y, en efecto, no asistió para hablar con los periodistas y fue multada por la Federación Francesa de Tenis con 15 mil dólares, que serían descontados de sus premios. Ante la creciente polémica se bajó del torneo -debía jugar la segunda ronda este miércoles ante la rumana Ana Bogdan- y admitió arrastrar episodios de depresión desde el US Open de 2018.

La casualidad no existe: aquel Abierto de Estados Unidos fue su primer título de Grand Slam. En ese momento, con apenas 20 años, las expectativas crecieron de manera sistemática, sobre todo por su condición de asiática. Desde entonces, con alegrías y frustraciones en el medio, recorrió un sendero que la llevó a convertirse, en 2019, en la tenista mejor paga del mundo en una sola temporada.

¿Qué desnudó el caso Osaka? Hay dos cuestiones que conviene separar de manera clara. Reconfirmar, una vez más, que los problemas de salud mental existen y que también pueden atacar a las máximas figuras del deporte. Si lo sabrán Michael Phelps, Jennifer Capriati o Andre Agassi, por caso. Osaka es apenas una víctima más: introvertida, de pocas palabras, hoy por hoy considera que no está en condiciones de enfrentar a la prensa.

Por otro lado resulta insoslayable el recurso intempestivo que utilizó Osaka. Resolvió no acudir al diálogo con los periodistas sin explicar, a priori, por qué lo hacía. Cerró el tema de manera inmediata y dilapidó una oportunidad de oro: capitalizar la situación y utilizar a la prensa para visibilizar la presión, la ansiedad y la depresión, todos tópicos recurrentes que sufren las estrellas y que no suelen tener espacio en los medios tradicionales. Es decir: recién contó que sufría depresión cuando decidió bajarse del torneo para que "se volviera a hablar de tenis" y asumió la responsabilidad por desviar la atención con su decisión. Puso el tema en agenda pero quedó expuesta y no supo manejarlo.

"Me hubiera gustado abrazarla porque sé lo que se siente. Debemos dejar que Naomi lo maneje como quiera y como pueda. Eso es lo único que tengo para decir. Y creo que hay que ser capaces de hacer un esfuerzo y pedir ayuda", destacó Serena Williams, quizá la mejor tenista de la historia, sin ir demasiado más allá.

Dos potencias del tenis masculino, cuyas palabras contienen un poder inimaginable en la formación de opinión, exhibieron posiciones distantes respecto del caso Osaka. "Los Grand Slams protegen su propio negocio. Naomi es muy joven; creció con las redes sociales y habla a través de sus canales. Fue muy valiente con esta decisión. Lamento mucho que pase por momentos dolorosos en lo mental. Es una jugadora muy importante para nuestro deporte. Si necesita tomarse un tiempo y recargar energías la respeto y espero que vuelva más fuerte", fueron las palabras que utilizó Novak Djokovic, el número uno del mundo, en un claro respaldo hacia la japonesa.

Rafael Nadal, por el contrario, remarcó la trascendencia de los medios en la difusión del deporte: "Como deportistas debemos estar preparados para aceptar las preguntas y tratar de encontrar respuestas. Entiendo a Osaka pero, por otro lado, sin la prensa, sin la gente que escribe las noticias de los logros que tenemos en todo el mundo, probablemente no tendríamos el reconocimiento internacional ni seríamos tan populares".

Gilles Moretton, presidente de la Federación Francesa de Tenis, había dejado una llamativa ironía tras el retiro de Osaka. Hizo una pequeña declaración en francés, la repitió en inglés y se fue sin responder preguntas: "El retiro de Naomi de Roland Garros es lamentable. Le deseamos lo mejor y una rápida recuperación. Todos los Grand Slams, la WTA, la ATP y la ITF estamos comprometidos con el bienestar de todos los atletas. Gracias". Horas después, ante la evolución de la controversia, Moretton firmó, junto con los otros tres máximos representantes de los Grand Slams, un comunicado difundido a través de las cuentas oficiales de Wimbledon en apoyo a Osaka.

La presión pública y mediática que sufre Osaka, al igual que todos los grandes deportistas del mundo, tiene relación directa con la autoexigencia, que en última instancia siempre es interna. La mirada del entorno será constante y, más allá de los escasos momentos en los que puede haber preguntas malintencionadas, las estrellas internacionales deben asimilarlo. La presión puede tener un grado sustentable o ser desmesurada según la nacionalidad del jugador, el público y la importancia del deporte en el tejido sociocultural de su país. Osaka, en efecto, quedó atrapada entre la exposición y la salud mental.

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